¿Por qué hay miedo hacia la vacuna contra la COVID-19?
La desconfianza en las Instituciones, la rapidez con la que se ha desarrollado el fármaco... Varios factores hacen que la gente se muestre reacia a vacunarse.
La población española no suele tener ningún problema con las vacunas. Anualmente, administran en nuestro país más de 15 millones de dosis frente a 14 patógenos diferentes y las tasas de vacunación infantil rozan el 95%. En cambio, la campaña de vacunación contra la COVID-19 no ha sido tan bien acogida, ya que el fármaco provoca desconfianza y un miedo en muchos ciudadanos.
Es cierto que cada vez más personas confían en el fármaco, ya que ahora mismo solo un 28% de la población es reacia a vacunarse, cuando el mes anterior el porcentaje subía al 47%. Además, el 40,5% de los españoles está dispuesto a ponerse la vacuna inmediatamente, frente 36,8% que se registró en noviembre. Pero el porcentaje de personas que prefieren no administrársela sigue siendo elevado. Por eso, el Gobierno, aunque descarta la vacunación obligatoria, está haciendo todo lo posible para cambiar la opinión publica y llegar al mayor número de españoles posible. Pero, para ello, es necesario conocer los diversos motivos que han infundado el recelo hacia esta vacuna en concreto.
Ha llegado demasiado pronto
Pese a la insistencia de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) en que las vacunas son seguras porque siguen unos estrictos protocolos y “los criterios con los que se evalúan son iguales de rigurosos que con cualquier otro medicamento o vacuna”, mucha gente no se fía del fármaco porque la rapidez con la que se ha creado no permite hacer las pruebas pertinentes.
Y es que, si bien el desarrollo de una vacuna puede alargarse de cuatro a siete años, el fármaco contra el coronavirus se ha creado en apenas unos meses. Esto crea inquietud porque, “aunque se haya cumplido con los estándares de calidad y seguridad, hay miedo a que se esté haciendo una vacuna demasiado rápido y sin los controles adecuados sólo porque estamos en emergencia”, explica en Huffington Post Pedro Gullón, epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva y salud pública. “En parte, esta reticencia es bastante racional, basada en que la gente sabe que los procesos se han acelerado con la pandemia, y eso genera cierta desconfianza”, añade.
Además, destaca que el carácter competitivo que ha adquirido la búsqueda de la vacuna también ha alimentado la desconfianza: “Tampoco han contribuido a generar un clima de confianza vacunal todas las ruedas de prensa y los anuncios de las farmacéuticas con los que parecían estar en una competición de porcentajes de eficacia”. En apenas unos días, Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Rusia, con su Sputnik V, anunciaron la elevada eficacia de sus vacunas. De hecho, Pfizer primero informó de un 90% de efectividad y, poco después, la aumentó al 95%.
Mala imagen de las Instituciones
Otro factor que ha influido en esta problemática es la imagen peyorativa que se están formando los ciudadanos respecto a las diferentes Instituciones. “Cada vez hay más desconfianza en lo que nos ofrecen los Gobiernos, las farmacéuticas, los expertos, etcétera. La credibilidad de aquellos que nos proponen una solución ha ido en descenso en los últimos tiempos”, alega José Ramón Ubieto, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Además, la pandemia ha acrecentado el enfado con las instituciones. “Las medidas no siempre han funcionado, la pandemia ha seguido matando y la situación sigue siendo muy difícil, y este descrédito se ha extendido de algún modo al tema de las vacunas”, expone Gullón. Los mensajes que llegan desde ellas provocan rechazo y los ciudadanos tienden a hacer lo contrario, como ocurre en este caso.
Demasiada información
Vivimos en una época digitalizada, en la que no paramos de recibir información diferente a través de varios canales: internet, televisión, radio, periódicos… Actualmente, las noticias que nos llegan son, principalmente, acerca de las diferentes vacunas, de las que podemos conocer en qué fase se encuentra cada una o los efectos secundarios que genera. Probablemente, con otras vacunas, como la de la gripe, también hubo reacciones adversas, pero no se hicieron públicas y la gente no les teme.
“Esta infodemia (sobreexposición informativa) es algo muy nuevo, y también contribuye a las vacilaciones y a las dudas de la gente, que en parte son legítimas”, explica Ubieto. “Ahora todo está hiperdramatizado”, añade. “Se ha magnificado todo”, coincide Gullón: “Por ejemplo, cuando se empezó a administrar la vacuna de Pfizer, muchos medios sacaron que no había que vacunar a los alérgicos, y esto tenía matices: no se recomendaba vacunarse a los grandes alérgicos, que normalmente tampoco se ponen el resto de vacunas”.
Asimismo, Guillón advierte que durante la campaña de vacunación no deberemos dejarnos arrastrar por las alarmantes informaciones que llegarán: “Obviamente, van a ocurrir cosas, y habrá efectos secundarios, pero hay que tener en cuenta que tampoco se retransmiten día a día todos los sangrados estomacales que se producen en España por el consumo de ibuprofenos, que son muchísimos”.
De hecho, asegura que estos efectos secundarios son incluso normales: “Hay vacunas que tienen bastantes efectos secundarios leves, sobre todo fiebre al día siguiente, y hay que comunicar que en el caso de esta vacuna la probabilidad de aparición de estos efectos es alta”. En este sentido, defiende que el fármaco contra el coronavirus merece la pena: “Ninguna situación médica está exenta de posibles efectos secundarios, pero lo importante es saber que los beneficios superan a los riesgos. En esta vacuna, el balance beneficio-riesgo es muy favorable”.
¿Cómo se puede generar confianza?
Ubieto considera que para que los mensajes lleguen a la población de forma positiva no deben ser lanzados por los políticos, porque no tienen demasiada credibilidad: “Si alguien pudiera participar en una campaña con cierta eficacia serían los sanitarios que tenemos más cerca, y que comuniquen las razones por las que lo hacen y la importancia que tiene para todo el proceso. Son los únicos que darían cierta credibilidad”.
También juegan un papel fundamental los medios de comunicación “porque se van a encontrar 1) efectos secundarios leves, que van a ocurrir de forma extremadamente frecuente, hasta en un 70% u 80% de la gente que se vacune, y 2) algún evento grave relacionado o no con la vacuna, como un infarto o un fallecimiento que probablemente no tengan nada que ver con la dosis recibida”, apunta Gullón. Por eso, advierte de que “es muy importante cuidar cómo se van a manejar esos mensajes, y no abusar del clickbait”, ya que esto “puede facilitar o minar la confianza en las vacunas”.
Después, solo quedará esperar porque, conforme la vacuna se administre en otros países, las dudas se disiparán. “No es que la gente no quiera vacunarse, es que no quieren ser conejillos de indias, o al menos ese es su mensaje”, razona Pedro Gullón. Por su parte, José Ramón Ubieto confía en que habrá una especie de efecto llamada: “Si en tu rellano los tres pisos de vecinos se han vacunado y tú no, te preguntarás si estás haciendo bien o no, y te acabarás vacunando”.
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