Las más de ocho millones de personas en España que padecen enfermedades alérgicas relacionadas con pólenes están contando con un aliado inesperado este año, el confinamiento. El hecho de tener que permanecer más tiempo de lo deseado en casa a causa de la pandemia del coronavirus está provocando una menor exposición general a estos granos que producen las plantas. Y ello está derivando en una menor intensidad de los síntomas.

Otro motivo asociado a la crisis de la COVID-19, y a las medidas de prevención aplicadas para frenar su expansión, es que el radical descenso del tráfico en todas las zonas del país está teniendo una repercusión directa y contundente en la contaminación. Se trata de un factor relevante, ya que se ha demostrado que los altos niveles de polución aumentan las posibilidades de padecer alergias entre la población, además de servir de potenciador de las molestias que causan al afectar al sistema respiratorio de los seres humanos.

Las mascarillas también ayudan

El empleo de elementos de protección para prevenir contagios por coronavirus también está ayudando. Al menos en cuanto a las mascarillas se refiere. Estos objetos, que se han convertido en habituales en nuestra vida cotidiana debido a la pandemia, cubren la boca y la nariz de las personas que lo llevan, dificultando el acceso de los pólenes a su organismo.

Algunos de los síntomas que sufren los alérgicos a los pólenes son estornudos, lagrimeo, congestión nasal y enrojecimiento de los ojos. Su periodo de mayor incidencia es la primavera y las estimaciones de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) apuntan a un aumento de los afectados en los próximos años. Así, podría alcanzar los 12 millones dentro de una década.