Autopsias tras el coronavirus: por qué empiezan a realizarse
Hasta ahora no estaban prohibidas pero se desaconsejaba realizarlas por los riesgos de contagio. Ayudarán a esclarecer cómo mata el patógeno.
La primera autopsia a un muerto por COVID-19 tuvo lugar la semana pasada en el Hospital Ramón y Cajal. Esta novedad, desvelada por la Asociación Española de Anatomía Patológica (SEAP), supone un cambio en la hoja de ruta pautada hasta ahora para el tratamiento de los cadáveres infectados con coronavirus.
En el protocolo elaborado por el ministerio de Sanidad que se publicó el 5 de marzo y se ha ido actualizando, se desaconsejaba esta práctica "por el riesgo biológico de contagio para los ejecutores de la misma y por el riesgo de propagación del virus". No se prohibía su realización, pero se pretendía circunscribirla a ámbitos seguros y una necesidad imperiosa. Esa intención se ha topado con varios problemas.
En primer lugar, en España había hasta que comenzó la pandemia "cinco" salas de autopsias con el nivel de seguridad BSL-3, el preceptivo para estos casos, en palabras de Xavier Matias-Guiu, presidente de la SEAP, recogidas por Teknautas. Ese nivel se caracteriza por la presencia de filtros especiales del aire, presión negativa y un buen sistema de ventilación. Se espera que el número de salas que cumplen estos requisitos crezca próximamente, aunque no serán muchas porque la adaptación es compleja. Por qué hay tan pocas es una pregunta lógica a la que podría responderse que esos espacios están pensados para diseccionar cadáveres de personas que mueren a causa de enfermedades infecciosas y esos casos hasta ahora no abundaban.
Otro inconveniente ha sido la escasez de material sanitario. Para examinar los restos mortales de alguien con coronavirus, lo que implica abrir órganos (con las consiguientes salpicaduras y producción de aerosoles) donde puede haber aún presencia del patógeno, se necesitan los famosos EPI (Equipo de Protección Individual). Y si ya faltaban entre el personal de primera fila (las enfermeras, médicos especializados en otras áreas, etc), no parecía muy razonable derivar una parte a los forenses.
Además, muchos de estos últimos han tenido que adaptarse a la nueva realidad y han dejado sus funciones habituales para ayudar en el tratamiento de la riada de pacientes que ha saturado los hospitales últimamente.
Misma tónica en Italia
Aunque no hay una relación oficial de países que hacen o no autopsias a muertos por COVID-19, sí que ha habido algunos, como Italia, en cuyos medios también se ha informado de que esa práctica estaba desaconsejada por las asociaciones de forenses. Algunos grupos de científicos, por ejemplo en China y Estados Unidos, han realizado algunas porque el preocedimiento obviamente es muy útil a la hora de arrojar luz sobre la forma en que el virus mata.
Por eso ahora que parece que la epidemia empieza a remitir en España y los hospitales cogen aire, la SEAP cree que se dan las condiciones para empezar a abrir la mano poco a poco y trabaja en la creación de un protocolo para, entre otras cosas, definir cuáles son los casos de los que se podría extraer una información valiosa y así maximizar la relación riesgo-recompensa a favor de lo último. "Pensamos que puede ser el momento para estimular la práctica de las autopsias donde se den las condiciones", afirma Matias-Guiu.
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