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CORONAVIRUS

De la Operación Balmis a la Misión Baluarte: así trabaja un rastreador militar

Entrevistamos al soldado Pablo Ocaña, destinado en Cádiz, docente y deportista, quien nos cuenta los difíciles momentos vividos durante la pandemia, las llamadas más curiosas de rastreo, y cómo ha cambiado la vida diaria en la Brigada de Infantería de Marina.

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Misión Baluarte
as.com

Nada ha sido fácil en este 2020. Y uno de los papeles protagonistas en España ha sido para el Ejército. Cuando Margarita Robles, ministra de Defensa, anunció que el 15 de marzo se iniciaba la Operación Balmis, 1.250 profesionales del Ejército de Tierra, 533 de la Armada y 84 efectivos del Ejército del Aire, además del 3% de los 3.000 efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME), estaban listos para realizar la primera gran misión en territorio nacional que afectaba a todos y cada uno de los ciudadanos.

¿Miedo? Sí. A un virus desconocido, no al reto. Las Fuerzas Armadas han realizado más de 17.000 actuaciones en más de 2.800 localidades de toda la geografía. Una tarea ingente que ha afectado a todos los que han participado en ella.

El soldado Pablo Miguel Ocaña Pastor, nacido en Martos (Jaén), en diciembre de 1997, está destinado como fusilero en la 9ª Compañía Mecanizada de Fusiles en el Tercer Batallón de Desembarco de la Brigada de Infantería de Marina “Tercio de Armada” en San Fernando (Cádiz). Actualmente es rastreador de la Sección de Vigilancia Epidemiológica (SVE) con motivo de la Misión Baluarte. Un reto más de su pasión por la Infantería de Marina, la más antigua del mundo, lugar con el que soñaba, ya que quería formar parte de una de las brigadas más antiguas y con más historia, y que cuenta con más prestigio nacional e internacional de que goza esta unidad de élite de la Armada española.

Compagina su profesión militar con los estudios del último curso de Magisterio de Educación Primaria con mención en Educación Física en la Universidad de Jaén. Además, desde los diez años ha estado muy ligado al mundo del fútbol, en concreto al Club Deportivo Atlético Marteño, donde militó durante casi diez años desde la categoría Benjamín a Juvenil. Y ya como senior jugó en el Martos C.D. y hasta poco antes de ingresar en la Infantería de Marina lo hizo en el Fuensanta C.F.

¿Cuál fue su experiencia en la operación Balmis?

Entre los meses de marzo y junio, con motivo de la operación Balmis, los diferentes batallones de la Brigada de Infantería de Marina “Tercio de Armada” estuvieron rotando en periodos de servicio de una semana, realizando acciones de patrulla y desinfección en exteriores.

El cometido de mi Batallón consistió en desinfectar todos aquellos puntos clave de las localidades de la provincia de Cádiz que nos asignaron. Una vez terminadas las desinfecciones, en coordinación con las autoridades locales, realizábamos patrullas para comprobar que todo estaba en orden y que se cumplía el confinamiento.

Lo que más me sorprendió fue ver que las calles, que siempre estaban llenas de gente y actividad, estaban totalmente vacías y silenciosas a cualquier hora del día. La población fue consciente del riesgo y cumplió las normas del confinamiento mayoritariamente.

¿Cuál es su tarea en la Misión Baluarte?

En la actualidad estoy asignado como rastreador COVID en la Sección de Vigilancia Epidemiológica (SVE) del Tercio de Armada. El cometido de nuestra sección es la detección precoz de todos los casos compatibles con COVID-19 y la vigilancia epidemiológica para rastrear los casos sospechosos. Mi tarea consiste en contactar telefónicamente con los casos índice (una persona que ha dado positivo por COVID-19), interesarme por su estado de salud y averiguar los contactos estrechos (personas que han estado en contacto con el caso índice). Una vez que el caso índice facilita los datos de sus contactos estrechos, los registro en la base de datos de la Junta de Andalucía y me pongo en contacto con ellos para informarles de que deben de cumplir aislamiento durante un determinado periodo de tiempo así como varios protocolos de actuación complementarios.

¿Por qué se presentó voluntario para Baluarte? ¿Qué formación recibió?

El motivo principal fue continuar con el compromiso de servicio adquirido durante la Operación Balmis. Quería seguir ayudando todo lo posible a la gente que lo estaba pasando mal. Contaba con formación sanitaria previa ya que, como deportista, había realizado diversos cursos de primeros auxilios de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo.

Como el resto de mis compañeros de la Sección de Vigilancia Epidemiológica (SVE) realicé este verano el curso de rastreador COVID-19, impartido por la Dirección General de Reclutamiento y Enseñanza Militar del Ministerio de Defensa. Durante el curso, además de las técnicas y procedimientos de rastreo propios del puesto de trabajo, nos enseñaron todo lo relativo a protección de datos, confidencialidad, seguimiento de menores de edad y personas con algún tipo de dificultad comunicativa.

Habrá tenido más de una llamada curiosa, ¿puede contarnos alguna?

A todos los componentes de la sección nos ha pasado alguna anécdota, desde el que se piensa que le están gastando una broma hasta el que cree que tratas de venderle algo. A mí me sucedió durante una conexión telefónica con un contacto estrecho. El número que aparecía en la base de datos era el de la madre de la persona que buscaba. Al identificarme como soldado de Infantería de Marina, la madre se puso nerviosa y le entrego rápidamente el teléfono a su hijo diciéndole “toma niño que te llama el jefe de la Infantería de Marina”. Por un momento pensaron que estaba realizando labores de reclutamiento en vez de rastreo COVID.

¿Qué es lo que más le ha marcado de las operaciones Balmis y Baluarte?

Las muestras de cariño y agradecimiento durante la operación Balmis fueron continuas, por lo que resulta difícil destacar un momento o una experiencia concreta. Cada intervención estuvo llena de una emotividad especial porque en todos los sitios recibieron muy bien a la Infantería de Marina. Aunque la mejor recompensa para un militar es la íntima satisfacción del deber cumplido, lo cierto es que toda muestra de agradecimiento es siempre una fuente de motivación y un estímulo muy especial. Un día, al desplegarnos en la estación de autobuses de Sanlúcar de Barrameda, nos recibieron con aplausos y muestras de agradecimiento… y por la megafonía pusieron el Himno de Infantería de Marina. Imagínate lo orgullosos que nos sentimos en ese momento.

De Baluarte destaco la conexión y la empatía que generas con las personas que contactas así como su inmenso agradecimiento al saber que detrás del teléfono existen personas que velan por su salud y bienestar. Mis estudios como docente me han ayudado a asimilar de forma natural y lógica la situación que estamos viviendo y así poder trasmitirla de forma didáctica a las personas con las que contacto como rastreador.

¿La Operación Balmis ha cambiado la percepción que tiene la sociedad de sus Fuerzas Armadas?

Estoy convencido de que la participación de las Fuerzas Armadas en Balmis poniendo todas sus capacidades al servicio de la ciudadanía, fue muy bien recibido por la opinión pública. Hasta la fecha, todas las misiones de las Fuerzas Armadas tenían lugar fuera del territorio nacional, por lo que su visibilidad era escasa. Trabajar día a día en nuestros pueblos y ciudades dio mucha visibilidad a nuestra tarea, demostrando además la flexibilidad y capacidad de las Fuerzas Armadas para desempeñar cualquier tarea que se le encomiende.

Y ahora al revés, ¿cómo veía como militar lo que estaba ocurriendo?

Veías que había incertidumbre y miedo ante lo desconocido ya que la situación que se vivió parecía más el guion de una película de ciencia ficción que algo real. Como militares, estamos acostumbrados a las situaciones cambiantes por lo que la adaptación a los protocolos de seguridad fue sencilla, facilitada sin duda por un alto nivel de concienciación del riesgo del virus… pero para mucha gente fue realmente duro.

Por otro lado, creo que no debemos olvidarnos de los héroes anónimos que estuvieron dando la cara desde el principio: personal sanitario, personal de limpieza, trabajadores de supermercado, cuidadores de las residencias, transportistas, vigilantes de seguridad, policías, conductores de autobuses o trenes... la lista sería interminable.

¿Cómo vivió el momento en el que le comunicaron que comenzaba la Operación Balmis?

A pesar de que ya llevábamos unos días en estado de alarma y que el peligro del coronavirus estaba siendo difundido por los medios de comunicación, no fue hasta que vi en las noticias la intervención de la Ministra de Defensa cuando me di cuenta de que la cosa iba muy en serio. Cuando informó de la puesta a disposición de las Fuerzas Armadas y mencionó de manera especial a la UME y a la Infantería de Marina para luchar contra el COVID-19, supe que era cuestión de tiempo el recibir órdenes para desplegar en la operación. Poco después recibí la llamada de mi mando superior. Al verme incluido en la lista tuve sentimientos encontrados. Por un lado, me emocioné al saber que iba a participar en una operación muy importante para nuestro país y por otro algo de incertidumbre por no saber muy bien a qué teníamos que enfrentarnos.

Desde su papel de rastreador, ¿no le dan ganas de decirle a los que no cumplen las normas “Basta ya, nos jugamos todos mucho”?

Por los datos que manejo en mi puesto de trabajo y por las llamadas de rastreo que hago, soy muy consciente de cómo está la situación. A los que no cumplen los protocolos de seguridad me dan ganas de explicarles y hacerles ver lo que estamos viviendo… y que nos estamos jugando mucho. Con su irresponsabilidad y nulo compromiso están afectando a mucha gente, especialmente a los más vulnerables. Nadie está a salvo. Todos podemos enfermar o provocar que otros caigan enfermos, por lo que reducir riesgos de contagio es un compromiso de todos.

El soldado Ocaña en el patio Lope de Figueroa.

Así ha cambiado la vida en el cuartel

¿Cómo ha afectado la pandemia a la rutina deportiva diaria que realizaba?

La verdad que afecta de una manera directa ya que la práctica deportiva, tanto en equipo como individual, se ha visto reducida. Con la aplicación de las medidas preventivas han variado los entrenamientos y los métodos para llevarlos a cabo. Al principio me costó un poco adaptarme a todos estos cambios, pero la disciplina militar siempre ayuda psicológicamente a superar dificultades de este tipo.

Las dietas han sufrido también algunos cambios, pero a mejor, ya que somos más conscientes de la importancia de una alimentación saludable para, en caso de contraer el virus, tener mayores defensas.

En cuanto a mis rutinas de entrenamiento diarias también tuvieron que cambiar mucho. De asistir a un gimnasio y correr en el cuartel y por mi cuenta pasé a una rutina de ejercicios funcionales enfocados a mejorar la movilidad y la resistencia. Empecé a trabajar disciplinas del crossfit como los tábatas, el “todos los minutos en un minuto” (EMOM) o el mayor número de repeticiones en un minuto (AMRAP). Lo enfoqué como entrenamientos de alta intensidad, lo que me ayudó a mantener no solo la resistencia física sino también la fuerza.

¿Cómo se cambia el deporte casi profesional por la vida de Infante de Marina?

No fue fácil, la verdad, ya que fueron muchos años de dedicación al fútbol en diferentes categorías, ligas y clubes. Pero tuve que elegir un futuro profesional y desde pequeño quise estar donde hoy estoy, en la Infantería de Marina, así que tuve que “colgar las botas”.

Eso no quiere decir que no eche de menos el fútbol, estar federado, entrenar varias veces a la semana… y la emoción de los partidos del fin de semana. La espinita está ahí clavada. No descarto volver a militar en las filas de cualquier club, pero de una forma más relajada. Las lesiones siempre están presentes y, debido a que mi trabajo es lo primero y requiere de una gran dedicación y esfuerzo físico, hay que tener cuidado.