Loroño, los insurrectos y el polvorín del equipo español
El vasco, que era líder de la Vuelta, tiró para cazar a Ruiz, Botella y Masip, que rodaban en un grupo delante. Las acusaciones de traición fueron mutuas.
No se esperaba gran cosa de la quinta etapa de la Vuelta a España de 1955, con final en Lérida, pero se lio la marimorena. Jesús Loroño vestía el maillot de líder, que había atrapado dos jornadas antes en Pamplona y había defendido con sudor en Zaragoza. Ese último día, después de sufrir un pinchazo, Miguel Poblet le cedió su rueda y Federico Martín Bahamontes y Francisco Masip le ayudaron a remontar. Aun así, no acabó contento con la labor del equipo español. Y lo pagó.
Ya desde la salida se montó una buena trisca que fragmentó el pelotón. Entre el grupo principal y el de Loroño se habían quedado intercalados Bernardo Ruiz, Salvador Botella y Francisco Masip. Atrás no tenía apoyo, porque Bahamontes y Poblet habían sufrido averías. Entonces entró en acción Francisco de Ubieta, periodista de La Gaceta del Norte, que ejerció de director, por lo que sería sancionado, y ordenó a Loroño que apretara para cazar a los insurrectos. Con la ayuda generosa de Fiorenzo Magni, neutralizó a los tres díscolos, aunque no pudo conservar el maillot, que le quitó Raphael Geminiani.
Loroño no salió fortalecido del altercado. Botella, Ruiz y Masip revirtieron la versión y le acusaron de traidor: “Ha sido él quien ha tirado a por nosotros”. A pregunta de un periodista, Bahamontes fue rotundo: “Hay cinco que estamos unidos, hartos de Loroño”. El vasco lo simplificó incluso más: “Todos queremos ganar, pero sólo puede ganar uno”. Ese uno acabó siendo el francés Jean Dotto.