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GUILLÉN HACE UN REPASO DE LA VUELTA

Javier Guillén: “El final de la Vuelta compensa los disgustos”

La Vuelta no estuvo carente de polémicas: el albero, los accidentes con las motos, los traslados... Javier Guillén hace balance y autocrítica. Y defiende el modelo deportivo.Vuelta a España: etapa 19 en directo

Javier Guillén: “El final de la Vuelta compensa los disgustos”

—¿Qué regusto le ha dejado la Vuelta a España 2015?

—Un regusto de mucha satisfacción porque la Vuelta ha terminado muy bien. Y me queda este regusto, porque no empezó todo lo bien que tenía que empezar. En lo deportivo, la carrera siempre ha funcionado, y se ha rematado con una penúltima etapa que es una de las mejores de la historia de la Vuelta. Ese final compensa los disgustos.

—¿Cuál es el peor momento de Javier Guillén en la Vuelta?

—Mi mayor preocupación fue el accidente de Kris Boeckmans, un hecho exclusivo de carrera, porque hablamos de una vida. Desde el punto de vista de control organizativo, lo que peor hemos llevado, porque no tiene que ocurrir, son los accidentes automovilísticos con los corredores. Luego me dio mucha pena que Froome tuviera que abandonar, cuando había hecho el esfuerzo de conquistar un Tour y de venir luego a la Vuelta con ganas. Ahora hay ya que trabajar para que venga en 2016.

—Vamos a repasar cronológicamente. La cosa empezó torcida con la polémica del albero. ¿No se pudo solucionar antes?

—Se hubiera solucionado antes si hubiéramos sabido que el resultado final era ese. Nuestra propuesta no era más que una puesta de largo, que en nada afectaría a la general, porque eran siete kilómetros. Y seguimos una línea de innovación. La crono se consultó. No se puede decir que los diferentes estamentos no sabían a qué iban. Pero luego llegó la carrera y se estableció un debate. Defendimos nuestras posiciones, pero no nos quedó otra que ser respetuosos con el estatus normativo. La UCI tomó la decisión.

El equipo ganador marcó un promedio de más de 54 km/h.

—Lo que demuestra que se puede hacer con garantías. Nos vino a dar la razón en el trazado. Y también respecto a la propuesta, que era poner en valor la fuerza estética del ciclismo, que es una plataforma no solo deportiva, sino también turística y popular. Eso sí se logró. Fue desagradable, pero sin trascendencia. Marbella acabó contenta.

—Segundo día: la expulsión de Nibali por agarrarse al coche.

—La reglamentación es clara. Ahora entramos en matices. Uno: el organizador no es responsable de que un corredor se agarre al coche. Dos: la decisión, que compartimos, es del jurado de la UCI. La norma no ofrece otra posibilidad. ¿Qué hubiera ocurrido con la credibilidad de la carrera con otra decisión? Y tres: el debate de una sanción de tiempo. ¿Qué mensaje le mandamos a otros corredores? ¿Que se pueden ahorrar esfuerzos a cambio de penalizaciones de veinte minutos? El ciclista pidió perdón, la Vuelta no tiene nada contra él y ojalá regrese.

—Llegamos a Murcia: caída gravísima de Boeckmans.

—Una circunstancia de carrera.

—El mismo día, una moto atropella a Peter Sagan.

—Su accidente y el de Paulinho no debieron pasar, pero pasaron. Luego, al ocurrir a dos ciclistas, uno de ellos muy relevante, lo que es un problema que sucede en más carreras, se convirtió en un problema mayor. Si a eso sumas que llevamos un año con muchos incidentes, cuando llega la Vuelta nos hemos encontrado con el efecto multiplicador.

—¿Qué medidas se tomaron?

—La gente que viene a la Vuelta es experta. El piloto de Sagan lleva seis Vueltas. El motorista de TVE, diecisiete. Las motos son necesarias. Y en todo lo que ha pasado, ningún equipo ha dicho que haya que quitarlas. Al final se extremaron las medidas, se introdujo un regulador más la última semana. Y ahora, en frío, es cuando hay que analizar. Porque durante estos días, no ha habido propuestas.

—Los dos fueron del mismo equipo, con un patrón asiduo en las redes sociales. ¿Qué mensaje le lanza a Oleg Tinkov?

—Mi primer mensaje es de disculpas, son accidentes que lamentamos como organización. Es un hecho de mala fortuna que los dos fueran del mismo equipo. A partir de ahí, las redes sociales sobredimensionan. Dicho esto, mi labor no es analizar lo que hace o dice Tinkov, que en todos sus tuits revela cierto conflicto con ASO, sino que mi labor es que no pase.

—¿El hecho de que la Vuelta sea propiedad de ASO ha podido generar un pulso de los equipos en este escenario?

—No quiero distraer nuestra responsabilidad culpando a elementos externos, pero sí entiendo que con ASO las cosas tienen más trascendencia. Y sí que he notado que por parte de determinados operadores se ha querido establecer una mayor presión a ASO en los intereses en los que todos jugamos.

—¿Qué operadores?

—Los equipos, en el escenario de intereses que hay en el ciclismo, han podido aprovechar que somos ASO para intentar defender determinadas posiciones. Esa es una sensación.

La carta de Gianni Bugno, el representante de los ciclistas, utilizaba términos como “carnicería” y “baños de sangre”.

—Lo primero: el tema de las cartas abiertas, lo que a mí me produce es cierto criterio de oportunidad. Lo segundo: Bugno no ha estado en la carrera y los representantes de los ciclistas que sí han estado no me han transmitido nunca esa sensación tan dramática. En una situación así, no contribuye a la tensión de la carrera el echar más leña al fuego. Hubiera esperado un poco más de responsabilidad en Bugno. No digo que no critique, digo que ese no era el mensaje que en ese momento ayudaba.

—En el trasfondo de la carta de Bugno podría asomar que su asociación propone el recorte de etapas de la Vuelta.

—Ese es el mayor ejemplo de que con la carta abierta, la no presencia y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, empezamos hablando de precaución y terminamos hablando de la reducción de la Vuelta. Es decir: una cuestión política. ¿En una vuelta de quince días no hay accidentes? ¿Y en las clásicas? Mezclar esos dos mensajes pone a Bugno en evidencia.

—¿La reducción de la Vuelta es negociable?

—No. Estamos abiertos al debate, pero yo defenderé siempre las tres semanas.

—Llegamos a Andorra y se nos cae Chris Froome.

—Estamos siempre en el debate de si se pueden correr dos grandes seguidas con garantías. Que el ganador del Tour decidiera venir a la Vuelta para ganarla, era un mensaje muy potente. A pesar de su baja, Nairo, Purito y Majka han demostrado que sí es posible correr las dos.

—A esa altura de la Vuelta, los traslados ya hacían mella.

—En una grande siempre hay traslados y quejas. Es un déficit importante. Quizá este año se ha oído más, porque se añadían a otros problemas. Lo ideal es hacer menos traslados, pero es muy difícil conjugarlo con la propuesta deportiva del recorrido y con la capacidad de financiar. Nosotros lo intentamos paliar con helicópteros para los primeros, con buenos hoteles... No puedo garantizar que en el futuro no haya traslados, pero si los hay, serán en defensa de la propuesta deportiva.

—Al traslado se unen los horarios. Los ciclistas se quejan de llegar tarde a los hoteles.

—El horario está en el libro de ruta. Unas veces llegamos antes y otras después. Esta vez igual había algún hotel un poco más lejos, quizá venga por ahí la cosa. Sin que sea una excusa: son los horarios de siempre.

—Llegamos al tríptico cantábrico… De repente notamos a un pelotón cansado y triunfan fugas con grandes ventajas.

—En todos los casos se ha competido por la general. En Ermita de Alba triunfó una fuga, pero cuando llegaron los gallos, se pelearon: Dumoulin perdió tiempo, Aru se preocupó, Purito cogió el maillot… Todos hablan de cansancio, pero también entra la estrategia. La etapa se siguió: el público ha respondido.

—Alguno de esos ‘operadores’, por ejemplo Unzué, asegura que la Vuelta es muy dura.

—No vamos a reducir los finales en alto, que nada tienen que ver con la dureza. Hay que definir qué es dureza. La etapa de Cercedilla no acababa en alto, ¿hacemos 21 etapas como esa? Pues entonces sería más dura.

—¿Seguirá tanto final en alto?

—Utilizamos esos finales para romper la monotonía en la primera semana. Entre una llegada al sprint y una en rampa, prefiero la rampa. Al inicio ponemos etapas que no rompan la general: Caminito, Vejer, Cazorla... Y a partir de una semana, ya metemos etapas de montaña. La fórmula cala en otras carreras.

Cavendish discrepa.

—Lo respeto. A unos no les gusta y a otros sí. Cavendish hace bien en decirlo, aunque quizá sea criticable que utilice el término ‘estúpido’. Yo creo en esta propuesta deportiva.

—Junto al modelo de las llegadas en alto, la crono y Cercedilla, que son conceptos distintos, han dado la emoción final.

—Es complementario. Este año hemos puesto montaña previa. La etapa de Cercedilla fue buena por los ciclistas. Muchos decían que la Vuelta saldría muerta de Andorra o de la crono, y salió igualada. Esta es nuestra propuesta deportiva, pero depende del corredor. Dicho esto, quienes defienden Burgos y Cercedilla, lo dicen como si esas no las hubiéramos puesto nosotros.

—¿Hay algo que le empuje al cambio de modelo?

—Lo que veo es un mayor debate crítico frente al modelo, pero a mí las audiencias no me indican que haya un desgaste.

—El recorrido también es un reclamo de la Vuelta.

—Es un elemento que permite poner en valor la Vuelta. Necesitas utilizar recursos que generen la expectación, más allá de quién corre o quién no corre.

—¿No le preocupa que los líderes españoles sean cada vez más mayores?

—Es una honda preocupación. A los que tenemos no le podemos pedir más: Purito, Valverde, Contador… Miramos con optimismo a Landa. Sin embargo, esta Vuelta ha demostrado que con referentes extranjeros, también puede ser muy seguida.

—Quizá es que la marca Vuelta ya se está imponiendo.

—Esa es la máxima aspiración. Hemos crecido, pero debemos crecer muchísimo más.