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NBA | PLAYOFFS 2022 | SUNS-MAVERICKS

Doncic y el partido de una vida

El quinto partido entre Suns y Mavs decidirá una eliminatoria que ha pasado del 2-0 al 2-2. Luka Doncic juega el partido de su vida ante Chris Paul y en Arizona.

El quinto partido entre Suns y Mavs decidirá una eliminatoria que ha pasado del 2-0 al 2-2. Luka Doncic juega el partido de su vida ante Chris Paul y en Arizona.
Jerome MironUSA TODAY Sports

Dice la estadística, que el que gana el quinto partido de una serie de playoffs sale campeón de dicha eliminatoria en más del 80% de los casos. Una estadística que no baja de ahí y que sube o se cae ligeramente dependiendo del año. Pero que volvió a ser efectiva en las pasadas Finales, cuando los Bucks conquistaron Arizona y pusieron luego rumbo al anillo. También a los Mavericks les sonríe la estadística: en primera ronda ganaron a los Jazz en el quinto asalto y sentenciaron la serie en el sexto. En 2011, el año del anillo, también ganaron ese encuentro en las finales de Conferencia a los Thunder, día en el que les eliminaron... y, en las Finales, cuando se impusieron a unos Heat que unos días antes iban 2-1 para ponerse 3-2, y luego ganar en Florida el sexto partido y, claro, el anillo.

Parece difícil, improbable, casi imposible que las cosas acaben igual este año para los Mavs. Nadie cuenta con ello. O, más bien, todo el mundo cuenta con que no lo conseguirán. Y es una realidad supina que hay equipos mejores y argumentos lógicos y legítimos que fortifican esa idea. Pero también es cierto, por hacer algún tipo de ligera comparación (por muy lejana que sea), que nadie contaba con que fueran dar semejante guerra a los Suns, que los que han ganado ya no sólo uno, sino dos partidos. Con 2-2 en la eliminatoria las opciones son mayores que cuando iban 1-2, 2-0 y 2-1. Eso es así. Y ahora toca apretar en una serie de tres partidos dentro de otra de siete, una en la que ganar dos de ellos da el pase a las finales del Oeste. Dos victorias. Las mismas que ambas equipos ya han conseguido. Y un premio que los Suns esperan, ahora con dudas, y los Mavericks ven todavía de lejos, porque saben que el milagro está más cerca. Pero que no dejaría de ser un milagro.

Luka Doncic ha dicho que "mientras haya un 1% de posibilidades, vamos a creer. Este equipo es especial, el vínculo que tenemos es especial". Desde luego, estamos ante una situación en la que el porcentaje es mucho mayor. Pero también hay una realidad supina: los Mavericks tienen, necesitan ganar en Arizona para salir vencedores. Han caído en sus dos partidos de la serie en este curso allí, en todos los encuentros que han jugado desde 2019 en Phoenix. De hecho, no ganaban a los Suns desde ese año hasta que lo hicieron en el tercer partido de la eliminatoria. Antes, 9-1 de Doncic ante Chris Paul (que antes de Suns estuvo en Thunder y Rockets) desde que llegó a la NBA que ahora es un 9-3. Más estadísticas que se han ido cayendo en dos partidos en Dallas en los que los Suns siempre han tenido opciones, pero en los que han sido inequívocamente inferiores a su rival.

El partido de la década para los Mavs

El equipo texano no se ha enfrentado a un partido así en más de una década, precisamente cuando Nowitzki y compañía conquistaron el anillo. Tras eso, los Mavs no volvieron a pasar de primera ronda, el alemán cumplió en 2019 una retirada eternamente postergada, Doncic se convirtió en la cara de la franquicia tras ser Rookie del Año, empezó a sumar All Stars y a ser candidato constante al MVP. Mark Cuban decidió que su nueva cara era otro europeo, otro balcánico, un joven jugador esloveno que fue MVP de la Euroliga con el Real Madrid. Y ha hecho todo lo posible para contentarle: Haralabos Voulgaris, un hombre que ejercía una tremenda influencia sobre él, salió de la franquicia, al igual que un Rick Carlisle que perdió su reputación y regresó a los Pacers, una entidad que conoce muy bien. El último en salir para contentar a Luka y para el bien del equipo fue Kristaps Porzingis, eternamente lesionado y con roces con su compañero y líder del equipo. Y Doncic se quedó con los que quería y amplió su sonrisa sin disimulo. Porque hay veces que, simplemente, toca sonreír.

Jason Kidd llegó con una reputación cuestionable y como un entrenador de jugadores que se iba a ganar rápidamente el respeto de Doncic. Pero hizo más que eso: el exjugador, campeón con los Mavs como profesional en 2011, se hizo con los jugadores, rodeó a Doncic de buenos tiradores, exigió más al esloveno en defensa y armó un equipo de gente joven y preparada, además de sacar lo mejor de un Spencer Dinwiddie que llegó en el traspaso de Porzingis y parecía estar acabado. Kidd, al que parece que le ha sentado de maravilla su paso como asistente en los Lakers y ha olvidado sus fatales actuaciones en Nets y Bucks para pasar de ser un jugador que entrena a un entrenador que entrena. Y su calma y temple, sus bien escogidas palabras en ruedas de prensa, su capacidad para hacerse fuerte en casa y mejorar de un partido a otro ha demostrado que hay algo más ahí que un base histórico que ha probado suerte en los banquillos. Es un técnico, un entrenador como la copa de un pino. Un hombre que conoce el lugar en el que está, la estrella que tiene en sus manos y las posibilidades que tiene con ella. "Estamos aprendiendo de uno de los mejores bases de la historia, el que tenemos enfrente. Eso es muy bonito". Lo dijo en referencia a Chris Paul y la selección de faltas de su equipo. Dice lo que tiene que decir, no hay duda.

Los Mavericks se enfrentan a los Suns tras un cuarto partido en el que Luka Doncic se ha ido con un ignominioso 1 de 10 en triples, pero el equipo al completo a un 20 de 44, 19 de 34 si no contamos al esloveno. En el que Dorian Finney-Smith se ha ido a 8 de 12 en triples (promedia un 43,1% en playoffs), Maxi Klebber a 1 de 3 (49%, con un espectacular 24 de 49) y Reggie Bullock a un 2 de 5 (40% en la fase final). Tras dos partidos en Dallas en los que Kidd ha pasado por encima de un Monty Williams superado por las situación y que no arranca cuando Chris Paul (7 pérdidas en el game 3 y eliminado por faltas en el siguiente) no está enchufado. Los Suns tiene que recuperar a un DeAndre Ayton que no recibe balones y peca de indolencia, un Mikal Bridges que parece tener algún problema físico y rodear así a un Devin Booker que está demasiado solo (35 puntos en el último asalto). Y tienen que luchar contra un rival que ha demostrado que puede dar algún susto. El 32-9 de los Suns en casa es el mejor récord de la NBA y el mejor argumento para los de Arizona. Los Mavs tienen que seguir igual y encomendarse a Doncic, sus posteos y que entren los triples liberados. Y pueden ir tranquilos. Al fin y al cabo, no tienen nada que perder. Pero tienen tanto que ganar. Tanto que ganar... En fin. Que siga la fiesta.