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DALLAS MAVERICKS

Doncic, Kidd y el esperpéntico Cuban: año clave para los Mavs

El despido de Carlisle ha destapado la guerra interna de los Mavericks y ha puesto en duda la cultura de Cuban. El equipo, obligado a avanzar para contentar a Doncic.

El despido de Carlisle ha destapado la guerra interna de los Mavericks y ha puesto en duda la cultura de Cuban. El equipo, obligado a avanzar para contentar a Doncic.
SOPA ImagesSOPA Images/LightRocket via Gett

Arden los Mavericks. El equipo de Luka Doncic se ha visto inmerso en una guerra civil que ya existía, pero se ha hecho pública este verano. Las aguas se han calmado y ahora todos intentan esbozar una sonrisa, pero nadie se olvida de que la eliminación ante (otra vez) los Clippers en (otra vez) primera ronda vino acompañada de terribles consecuencias. Donnie Nelson, directivo que llevaba ligado casi 25 años a la franquicia, se despedía por obra y gracia de Mark Cuban, ese esperpéntico propietario. La guerra interna tenía como nombre propio a otro ejecutivo, un Haralabos Voulgaris que, según The Athletic, era el principal promotor del despido del hijo del mítico Don Nelson y de las batallas sin cuartel que se estaban empezando a plantear entre Luka Doncic y la entidad. Y, por si fuera poco, Rick Carlisle salía de forma tan fulminante como sorpresiva, mientras se filtraban informaciones de su supuesta mala relación con el esloveno, que está en todas.

Nada es lo que parece, ni nada parece lo que es. Lo que hace unos años era una franquicia ejemplar en la gestión de egos, la capacidad para valorar jugadores veteranos, rendir homenajes a antiguas estrellas y tener memoria, se ha ido al traste en apenas unas semanas. Cuban se ha saltado su propia escala moral para acabar con su entrenador fetiche, ese que dio el anillo prometido a un grupo envejecido pero talentoso, que redondeó la carrera de Dirk Nowitzki, cumplió el sueño del propietario y fue también el elegido para liderar el proyecto siguiente, el que cambiaba a un alemán por un esloveno y miraba a largo plazo, siguiendo la tradición que el propio Cuban estableció a partir del 4 de enero del 2000, cuando compró la mayoría de las acciones de los Mavericks por 285 millones de dólares.

Cuban siempre ha sido un tipo curioso. Excéntrico y plagado de multas por salidas de tono infames y pésimos comportamientos, ha sido fiel a su cadena de valores y ha cambiado la manera con la que la NBA miraba a sus directivos. Pionero de una manera de ser que no ha tenido ninguna continuidad, apadrinó a un Dirk Nowitzki que llegó antes que él y le convirtió en su jugador franquicia. Se sentó al lado del banquillo, justo detrás, y sus aspavientos y celebraciones (o maldiciones) han causado furor para bien o para mal y no siempre han gustado a sus jugadores, con Nowitzki apoyando dicha actitud solo a rachas. Las filtraciones de sus palabras hacia, por ejemplo, Lamar Odom, en su breve paso por Dallas (apenas 50 partidos) no fueron bien recibidas, pero su cercanía con los jugadores en ocasiones dio sus frutos y estableció una nueva manera de relacionarse con la plantilla, nunca imitada pero siempre curiosa de puertas para fuera.

El propietario dio coba primero a Don Nelson, cuyo hijo, hoy fuera, ya se encontraba en la directiva. Y permitió al técnico desarrollar y sentar las bases de lo que sería el juego posterior, el del pick and roll, el de las posesiones cortas, los resultados abultados, un mayor uso del triple y un juego llamativo y divertido muy propio de Nelson, que siempre se centró más en marcar a la gente con su estilo con sus resultados. De hecho, es el entrenador con más victorias de la historia de la NBA, pero nunca ha pasado de las finales de Conferencia que sí superó con los Celtics en su etapa como jugador, en los 60 y los 70, conquistando hasta cinco campeonatos y siendo clave en alguno de ellos. A esa ronda llegaron los Mavs en 2003 antes de que el desgaste se notara y aterrizara en el banquillo Avery Johnson, a mitad de la 2004-05. Johnson llegaba al equipo para el que había jugado en su penúltima etapa en activo y lo condujo a las Finales, pero la derrota manchó el legado de un buen entrenador sin aura y el 2-0 desperdiciado ante los Heat supuso una tortura china para Nowitzki, que no alcanzaría la redención hasta tiempo después.

Rick Carlisle, del Olimpo al averno

Una nueva cara llegaría en 2008, con Johnson desgastado y la necesidad de un nuevo discurso convertida en supina. Era un buen entrenador cuyo currículum, brillante y de una gran reputación, incluía el haber sido segundo y jefe del ataque de los Pacers de Larry Bird y de, posteriormente, entrenar a los Pistons y a los propios Pacers, llevando a ambos equipos a las finales de Conferencia. Carlisle llegaba para quedarse, marca Cuban, para liderar un nuevo proyecto a la vera de un directivo con el que todos sus entrenadores han aguantado un mínimo de tres años. El anillo de 2011 fue la redención y la reivindicación, el ascenso al Olimpo de las leyendas de Nowitzki con un grupo veterano, pero perfectamente compensado y extremadamente talentoso: Tyson Chandler, JJ Barea, DeShawn Stevenson, Jason Kidd (sí, Jason Kidd), Jason Terry (el único superviviente de la derrota en las Finales de 2006), Shawn Marion... En 2012, los Mavs regresaron a unos playoffs sin los que se quedaron en 2013 por primera vez en 12 temporadas, una racha que duraba desde la llegada de Mark Cuban y su consabida cultura al banquillo de Texas.

Los últimos años de Nowitzki sirvieron para disputar la fase final hasta en tres ocasiones más, todas con derrota en primera ronda. El alemán se despidió compartiendo su último curso con Luka Doncic, la estrella emergente, la cara del futuro, la joven promesa llamada a dominar la NBA con puño de hierro. Y con Nowitzki no se fue Carlisle, al que Cuban no penalizó los flojos récords de los últimos años en los que, fiel a su estilo, compartido en cierta manera en fondo (que no en las formas) con los compañeros texanos de San Antonio, todo el mundo honró al alemán como la estrella que fue. La frase "Nowitzki se retirará cuando él quiera", resonó en demasía en las redes sociales y Cuban nunca intentó que el ala-pívot se fuera antes de tiempo (o antes de lo que él quería)^). Su fidelidad al europeo se vio muchas veces, pero el ejemplo de 2004 es el más nítido de todos: los Lakers intentaron un intercambio para mandar a Shaquille O'Neal a Dallas a cambio de Nowitzki con intención de contentar a Kobe Bryant, al que le gustaba el ala-pívot. Cuban se negó.

Con Carlisle ha ido todo como la seda, pero no parece que la relación que tenía con Cuban haya sido igual con Doncic. La sorpresa ha sido mayúscula al ver como un hombre siempre pulcro, educado y bien aseado ha tenido problemas con alguien. Para el esloveno, la intromisión en su juego era excesiva, algo que pasó en su día con Rajon Rondo, que veía frenada su creatividad y capacidad de innovación al lado del técnico. Pero fueron las tácticas bien armadas y el hecho de marcar una jugada que siempre partía del banquillo lo que llevó al éxito a los Mavericks. De una forma u otra, Cuban, cuyo intervencionismo nunca ha sido en la táctica, ha dado una de cal y una de arena: Donnie fuera para contentar a un Voulgaris que, por cierto, acaba contrato sin que nadie sepa si renovará y prolongará la enorme influencia que ejerce sobre el propietario; Carlisle, para hacer lo propio con Doncic. El esloveno se quejó de la salida del directivo y ha disimulado su alegría por la del entrenador, pero éste, que ha regresado a los Pacers, dejó caer, jocosamente (y en broma, ojo), eso de "ahora solo tendré que ver a Doncic dos veces al año...". En fin, no sabemos lo qué ha pasado exactamente. Pero sí sabemos que algo ha pasado.

El momento del proyecto

La llegada de Jason Kidd, partícipe del anillo de 2011 a las órdenes del hombre que ha venido a sustituir, tiene muchas zonas oscuras. Desde su salida de los Bucks, su segundo equipo como entrenador, ha estado como asistente en los Lakers. De él se valora el trato con los jugadores... y se critica todo lo demás. Su capacidad táctica es harto cuestionada, y tiene una carencia notable de ciertos conocimientos, especialmente a la hora de considerarle para un equipo ganador. O, al menos, que se encuentre en la misma situación que los Mavericks, una franquicia que necesita desesperadamente avanzar. ¿Por qué? Tres años con Doncic, el primer convalidado con Nowitzki y los dos siguientes con sendas derrotas en primera ronda, con un rival superior, pero en situaciones similares que han dejado entrever un estancamiento soberano... y cierto hartazgo por parte de Luka Doncic, algo que siempre preocupa en una NBA que no espera a nadie. Y en la que nadie se espera a que las cosas sucedan. Provocarlas, en plena era del jugador empoderado, es una costumbre que se ha convertido casi en un mantra que se tiene que cumplir.

Al final, los mimos en exceso bastaron para que Doncic aceptara ese supermáximo que Cuban puso sobre la mesa meses atrás, que insistió en que firmara tras la eliminación ante los Clippers y que algunos pensaban que iba a ignorar. La llegada de Kidd, un buen entrenador de jugadores (en teoría), aplacó ligeramente la ira del base, y el desplazamiento del técnico, junto con Nowitzki (casi un embajador de los Mavericks) a Eslovenia para convencerle, tuvieron resultados óptimos. Al final, 207 millones en cinco temporadas, el mayor contrato jamás firmado para un jugador de apenas 22 años, y el compromiso definitivo de que será la cara de la franquicia para los próximos años... o no. En una NBA donde se fuerzan traspasos y movimientos, en la que los grandes jugadores se niegan a jugar para recalar en otro lugar (véase James Harden) y tener más opciones de anillo, no vale solo con pagar a tu gran referencia. Los millones son una ayuda, pero no aseguran nada si las cosas empiezan a ir realmente mal. Son un apoyo, sí. Pero en la NBA actual, jamás una garantía.

Ahora, llega el momento de la verdad. Un año clave para los Mavericks en el que se decidirá si dan un salto hacia delante o se quedan como un equipo que lucha por las últimas plazas que dan acceso a playoffs y dicen adiós a las primeras de cambio. Llegan al equipo Reggie Bullock y Sterling Brown, pero no parecen suficientes para una plantilla que no ha dado un verdadero golpe de efecto. Y aun así, lo que hay que resolver está a nivel interno: Kristaps Porzingis sigue estando sobrepagado, y le quedan por cobrar 31, 33 y 36 millones de dólares en las próximas tres temporadas, la última con opción de jugador. Su relación con Doncic no es buena y no es la estrella que prometía, con lesiones constantes y una irregularidad que es su mejor (y, tristemente, único) logotipo. Mientras tanto, Brian Windhorst deja caer que Doncic es una persona difícil y sus problemas de peso y críticas a sus hábitos se siguen sucediendo. Además, nadie sabe nada de Voulgaris, Kidd es una incógnita, Cuban ha perdido el norte y se ha quedado sin brújula y el futuro es tan incierto como de improbable deducción. Año clave entre críticas. Esperpento del pasado, que puede ser el del futuro. Dificultades, problemas, polémicas y guerra civil. Poco espacio para el optimismo.

Y Trae Young, mientras tanto, ya ha disputado sus primeras finales de Conferencia. Ahí queda eso.