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NBA | PLAYOFFS 2022 | MAVERICKS-JAZZ

Manual de supervivencia sin Doncic

Los Mavericks inician mañana los Playoffs 2022 con la certeza de que Luka Doncic se perderá el partido y seguramente alguno más. Tienen opciones, pero necesitan hacerlo todo bien.

Manual de supervivencia sin Doncic
Jerome MironUSA TODAY Sports

Estos son los terceros playoffs para Luka Doncic en cuatro temporadas en la NBA. O iban a serlo, podrán decir ya los pesimistas. Después de dos eliminaciones en primera ronda, ambas contra los extenuantes Clippers, los Mavericks han sobrepasado las mejores expectativas en el primer año del nuevo régimen: fuera Donnie Nelson y Rick Carlisle (de esa unión llegó el anillo de 2011, el único de la franquicia), dentro Nico Harrison y Jason Kidd. El caso de este último es curioso: un base legendario, el segundo con más asistencias de la historia por detrás de John Stockton, y (ya veterano) un jugador importante en ese título de 2011, en Texas. Pero un entrenador (recién cumplidos 49 años) que decepcionó en Nets y Bucks y tuvo que reinsertarse como asistente de Frank Vogel en los Lakers campeones de 2020. A muchos no nos parecía una opción idónea para equilibrar a una franquicia en transición sísmica y obligada a maximizar el prime temprano y seguramente eterno de Doncic. Pero lo ha sido. Por primera vez desde 2011, más de 50 victorias (50 justos en la temporada 2014-15, 52 ahora) y ventaja de campo en primera ronda, la gran barrera desde aquel campeonato de hace once años: seis visitas, seis eliminaciones.

La NBA, claro, es un dios que escribe recto pero con renglones torcidos. Y a los Mavs les llegan con el guion muy torcido estos playoffs de la esperanza. Doncic ha jugado esta temporada 2.301 minutos, tope desde su primer año (2.318). Entonces jugó más partidos (72 por 65), ahora ha tenido su media más alta (35,4). En la última noche, jugó 28:45 contra los Spurs, un partido para entonces ya intrascendente porque la opción de ser tercero del Oeste (y evitar a los Suns en una hipotética semifinal de Conferencia) estaba volando con el triunfo aplastante de los Warriors en Nueva Orleans, donde los Pelicans repartían descansos pensando en el play in. Doncic, lo confirmó Jason Kidd, no iba a jugar en el último cuarto. Y quedaban dos minutos para el final del tercero (su minuto 2.301 de unos teóricos 2.303 en los que iba a quedarse) cuando se lesionó: el gemelo de su pierna izquierda hizo crack.

Desde entonces, temor y confusión en Dallas, gestión tacaña de información de los Mavericks (Siempre suele ser así con una eliminatoria de playoffs a las puertas) y unos presagios cada vez más ominosos que han materializado en las últimas horas en la certeza de que, aunque no es oficial, Luka Doncic no jugará el primer partido de la serie contra Utah Jazz (mañana sábado, 19:00 hora española) y es seria duda para el segundo… como mínimo. Después de una temporada extraordinaria, de resolver en positivo básicamente todas sus cuestiones pendientes y de gestionar muy bien el riesgo de la (necesaria) salida de Kristaps Porzingis, el pago para los Mavericks fue la lesión de su jugador franquicia, de su rey sol, a las puertas de una eliminatoria de playoffs marcada en rojo como el siguiente escalón que tenía que subir la franquicia. Lo dicho, la NBA escribe recto, pero

Llega Utah Jazz: un buen equipo sin alma

El rival de los Mavs en la que debería ser la eliminatoria más igualada de primera ronda (cuarto contra quinto) es Utah Jazz. Un equipo en retroceso, en teoría un buen rival para uno en ascenso. Es el sexto año seguido en playoffs para los de Salt Lake City, que no han podido pisar una final del Oeste pese a que en cuatro de ellos se han movido por encima del 60% de victorias, incluido el 72% (52-2) que les convirtió en el mejor equipo de la regular season 2020-21. Los Jazz dieron sus pasos de máxima ambición con el objetivo, el de todos los equipos, de atravesar la última puerta: en el verano de 2019 se fueron Rick Rubio, Jae Crowder y Derrick Favors. Llegaron Mike Conley, Bogdan Bogdanovic y, después, Jordan Clarkson. Conley, con 33 años que ya son 34, firmó el pasado verano una extensión por tres temporadas y 72 millones de dólares. El all in.

La pandemia afectó a todos, pero a pocos tanto como a los Jazz: Rudy Gobert y Donovan Mitchell abrieron una brecha pública después de sus contagios, y en la burbuja de Florida los Nuggets les remontaron un 3-1 en primera ronda. Como el dinero no da la felicidad, la pasada temporada los Clippers les ganaron cuatro partidos seguidos (de 2-0 a 2-4) tras la lesión de rodilla de Kawhi Leonard y después de que en la postemporada de 2020 Mitchell se llevara una extensión máxima (rango 163-195 millones por cinco años) y Gobert otra de 5x205.

La temporada 2021-22 ha sido decepcionante para los Jazz: del 72% de victorias al 59 (49-33) y del liderato de Conferencia al quinto puesto. No solo eso. Tanto en pista como delante de los micrófonos, las brechas en la relación Mitchell-Gobert han sido estruendosamente evidentes, incluido el debate de por qué el escolta solo le da 2,3 pases por partido al pívot. Con sus dos all star a la gresca, el panorama es ominoso en unos Jazz en los que hasta el futuro de Quin Snyder, un entrenador con contrato para la próxima temporada, está en el aire. Mitchell, especialmente, parece decidido a forzar su salida hacia un gran mercado (Nueva York, Miami…).

Así es que es fundamental entender esto a las puertas de la eliminatoria: los Mavs juegan contra un muy buen equipo, pero uno que está dejando de ser un equipo. Y que huele a fracción absoluta, a hundimiento y dimisión, si es llevado al límite en la eliminatoria. Pero, dicho esto, los Jazz siguen siendo un peligro. Si ruedan, aceleran. Si el camino es cuesta abajo, ganan. En su descenso hasta las 49 victorias va la factura de los problemas de química pero también un borrón no demasiado real provocado por las lesiones. Han terminado la temporada como el mejor ataque de la NBA por rating y como la décima mejor defensa. Solo están en el top 10 en ambos ratings, además de ellos, los dos mejores equipos de cada Conferencia: Suns, Grizzlies, Heat y Celtics. Los Mavs, en cuyo éxito hay una mayor dosis de intangibles, han sido decimoquintos en ataque y sextos en defensa. Con Carlisle el ataque llevaba a la defensa con la lengua fuera, con Kidd le defensa asfalta el camino que recorre, sin ninguna prisa, el ataque.

La guerra de nervios y el efecto Gobert

Los Jazz han acabado la temporada con siete derrotas (cinco seguidas) en once partidos. En ese tramo, han encajado un millón de remontadas ilógicas que dejan un dato terriblemente significativo: el equipo con el tercer mejor net rating (diferencia entre ratings ofensivo y defensivo) de la temporada (+6,2) se hunde en las segundas partes, especialmente en el último cuarto: +3,1 en el tercero (por debajo de la primera parte), -6,2 en el definitivo. Allí, Mitchell se embolica con los peligros del hero ball (últimamente con escasa eficiencia) y el equipo se descose con la afloración de unos males ya muy conocidos: no hay grandes especialistas defensivos más allá de Rudy Gobert (tres veces Defensor del Año en los últimos cuatro). El backcourt (Mike Conley-Donovan Mitchell) tienen poco tamaño y, en las alas, Royce O’Neale es una opción como mucho viable. Y eso en sus mejores noches, cuando no resta en ataque. Los Jazz son un equipo de un solo plan: defensa en drop coverage (hundiéndose al aro tras el pick and roll) con Gobert como gigantesca ancla. En cuanto los rivales juegan pequeño y abierto o afilan en tiro de media distancia, problemas. En cuanto hacen falta ayudas sostenidas desde las alas, problemas. Si el base atrae a Gobert al perímetro en los cambios defensivos, desastre en cuanto la bola supera esa primera línea.

Los Mavericks tienen mucho más ánimo y más dureza (los Jazz han acabado pareciendo un equipo de salón, más bonito que bueno en momentos decisivos), y un plan más aplicable a playoffs y con más vías de supervivencia. Y deberían tener, claro, a Luka Doncic. Pero se han quedado sin él, veremos por cuánto tramo de eliminatoria. Eso debería convertir a los Jazz en favoritos, y ahí empieza un baile psicológico que puede ayudar a los texanos. Las trincheras: después de sus fiascos de 2020 y 2021 y con la NBA pendiente de su fecha de caducidad, este proyecto de los Jazz morirá definitivamente si no puede superar a unos Mavs total o parcialmente sin Doncic. Y, seguramente, empezará a hacerlo ya en pista si las cosas se tuercen. Ganar uno de los primeros partidos sin Doncic sería una obvia bendición para los Mavs. Contra cualquiera, pero más contra un rival consumido por la presión y para el que, de entrada, la ausencia del base esloveno convierte el estreno del sábado en un partido de victoria ineludible. Ganar o ganar, ya en el game 1 de la serie. La respuesta de los Jazz a este escenario es, ahora mismo, una incógnita gigantesca.

Los Mavs no tendrán en ese primer partido (y más allá, seguramente) a su jugador franquicia y son un equipo construido para-que-todo-pase-por-su-jugador-franquicia. El problema es mastodóntico desde lo más básico. Doncic acaba de terminar una temporada de 28,4 puntos, 9,1 rebotes y 8,7 asistencias. La tercera seguida (de cuatro) en un mínimo de 27+8+8. Una barbaridad. En la segunda mitad de curso, como mínimo, ha rellenado una impecable solicitud para un MVP que no será para él... todavía. Algún día sí, parece básicamente inevitable en este punto (tiene 22 años). En los pasados playoffs, cuando los Mavs gastaron un par de balas de plata contra sus odiados Clippers, Doncic jugó más de 40 minutos por noche y promedió 35,7 puntos, 7,9 rebotes y 10,3 asistencias. La trascendencia de su ausencia no puede ser exagerada por mucho que se magnifiquen los calificativos.

Para empezar, porque los Mavericks juegan al ritmo de Doncic. Es tan obvio a la vista como en la calculadora: son último de la NBA en pace, el ritmo de posesiones de sus partidos. En parte porque su trabajo defensivo alarga las (sufridas) posesiones del rival. Pero, sobre todo, porque Doncic juega a su bola, y es un maestro a la hora de convertir esa particularidad, y más en esta NBA vertiginosa, en una virtud. Él bromea con que juega así porque no le queda más remedio (“me encantaría ser rapidísimo”) pero lo cierto es que la falta de explosividad en sus movimientos es una trampa para los rivales. El uso de su cuerpo, su visión de juego y su capacidad para llevar el partido a ángulos que solo él concibe, lo convierten en una navaja suiza por recursos y un Leonardo por talento: un jugador único. Sin eso, sin él, no compensa atacar de forma tan contenida. Los Mavs tendrán que, seguramente, subir el ritmo de juego, buscar más puntos por volumen. Al menos, en algunos tramos.

En la temporada, Doncic ha jugado 65 partidos. En los 17 que se perdió, el balance de su equipo es 8-9. Pero aquí también ha dato positivo: era un 0-4 el 4 de diciembre, con mejores sensaciones y soluciones desde entonces, especialmente a partir del traspaso de Kristaps Porzingis el 10 de febrero. Dos victorias en dos partidos sin Doncic desde ahí. No es solo que Porzingis fallara cuando tenía que ser el líder en pista, que fallaba; Es que llegó Spencer Dinwiddie, un jugador que en algunas cosas es redundante con Doncic por lo que no solo sirve como complemento una vez que han demostrado que su unión funciona: también puede ayudar a que el equipo se mantenga en un plan parecido al que tendría con el esloveno. Hasta donde eso es posible, al menos.

La hora de Spencer Dinwiddie y Jalen Brunson

Dinwiddie será esencial junto a Jalen Brunson, al que la ausencia de Doncic lanza a los focos. Porque ha jugado una grandísima temporada, porque pedirá unos 20 millones al año este verano en un contrato que no se sabe si será con los Mavericks y porque acabó empequeñecido en la serie de 2021 contra los Clippers, en la que sus minutos se hundieron a medida que su rival le buscaba casi en cada ataque. Los Jazz no son los Clippers: ni son tan duros ni tienen tanto físico en el backcourt. Además, la capacidad de penetración de Dinwiddie y el tiro de media distancia de Brunson parecen buenas armas contra el efecto Gobert, cuyas características hacen vitales a las bases rivales y exigen mucho a los pívots. Dwight Powell tendrá que seguir acabando las jugadas de pick and roll, para que no baje la presión en el aro, aunque no esté Doncic, que le convierte en un arma de máxima eficiencia en el roll. Además, tendrá que rebotear en ataque, una virtud (top 25 de la Liga cuando está fuera del top 100 en rebotes totales) especialmente necesaria contra Gobert y sus 14,7 rebotes por partido. Desde la salida de Porzingis, los Mavs no son un buen equipo en ese apartado. Si optan por jugar small ball o por dar minutos a Kleber para abrir al máximo la pista, el goteo en el rebote de Gobert puede cambiar los partidos a base de amasar posesiones extra. Kleber, además, arrastra una lesión de tobillo y un trance malo en los triples liberados. Sin acaparar atención, es otro termómetro importante de la eliminatoria.

Los Mavs fueron el tercer equipo con menos pérdidas en regular season (11,7), un dato que tiene que ver con su bajo ritmo de ataques pero también con un cuidado de la bola que será esencial porque se va a jugar mucho en cinco contra cinco: los Jazz son el noveno mejor equipo a la hora de evitar contras del rival. En un duelo de equipos que percuten sin parar desde la línea de tres, los Mavs han tenido el cuarto mejor dato en porcentaje de tres del rival (34%), un dato que es tan bueno como peligroso porque no deja de tener una tremenda carga aleatoria. Depende muchas veces, en esencia, de si el rival mete o no mete los tiros. Es el mantra de la NBA actual: a make or miss league. Meter o no meter.

Con Doncic, los Mavs se pueden permitir ser penúltimo en puntos en la pintura (42,9) porque un poquito más de la mitad de su producción llega en suspensiones lejanas y triples. Sin él, seguramente, no van a tener tanto margen. Son octavos en penetraciones pero solo undécimos en tiros libres sacados de ellas, un dato que debería empeorar porque no está el que no está, un foco de problemas para la defensa rival, y porque los Jazz son muy buenos controlados sus propias faltas. En esta primera temporada con Jason Kidd, los Mavs son el tercer equipo que más triples abiertos (sin un defensor encima) genera (19,7) y el undécimo que mejor los aprovecha (38,8%). Eso es siempre clave. Pero mucho más, claro, sin Doncic, el jugador que te permite ganar partidos sin hacer muchas cosas bien. Su ausencia obliga a un nivel colectivo cercano a la excelencia.

Hay buenas noticias: según las estadísticas de PBPstats, los Mavs sacan mejores tiros sin Doncic en pista que con el esloveno, en realidad experto en anotar tiros que no debería lanzar: 0,53 de shot quality sin él en pista, 0,52 con él. Sin Doncic, los Mavs apilan 4 tiros libres menos por cada 100 posesiones (menos puntos gratis). Pero también suben revoluciones en defensa y aumentan un 30% el número de pérdidas del rival. Otro aspecto clave es la circulación: sin doncicsistema, tiene que haber más pases en un ataque con el esloveno es el quinto que más juega en uno contra uno y el segundo más eficiente en esas jugadas, en las que Doncic está en el percentil 91… y Dinwiddie en el 94, una virtud esencial contra el quinto equipo que peor defiende en ese esquema.

Los Mavs son muy buenos jugando el pick and roll pero también defendiéndolo. Tienen armas para atosigar en defensa a Donovan Mitchell (que llega en un momento inestable de ánimo y de juego) y deberían concentrarse en hacer lo que Nuggets y Clippers hicieron en los dos últimos playoffs: sacar a Snyder del plan Gobert, minimizar al francés con ataques muy abiertos o con soluciones colectivas para aprovechar que, hay cosas que son muy sencillas, el francés solo puede estar en un sitio en defensa por muy largos que sean sus brazos. Que lo son. Dinwiddie puede mover al equipo y ejercer presión con la bola en las manos y el Brunson 2021-22 es una opción realmente viable desde la media distancia. Snyder tiene poca cintura y los Jazz son un jarrón muy bonito… pero de porcelana muy frágil. En finales igualados (cinco o menos puntos de margen en los últimos cinco minutos, el clutch time), los Mavs han firmado un 22-16 en la temporada, séptimo mejor porcentaje de la NBA, y los Jazz un 17-23 (20º de 30 equipos), con un 41% en tiros y un 29,9% en triples. Los Mavs firmarían, básicamente, llevar el partido a la histeria de los instantes decisivos. Incluso sin el jugador que amasa sus posesiones en esas latitudes (y en todas, en realidad).

Es decir: los Mavs tienen motivos para no sentirse muertos sin Luka Doncic y los Jazz tienen problemas que les hacen vulnerables incluso con semejante desgracia para su rival. Pero es obvio también que si se alarga el regreso del esloveno solo una (posible) combustión hasta la implosión de su rival salvaría a los texanos. Si se mide por talento puro, es probable que los Jazz tengan, como mínimo, a los tres mejores jugadores en pista si, como parece cantado, Doncic no está en el quinteto titular mañana. Es un desastre, pero uno con el que hay que cargar y no dejar de intentarlo: la NBA escribe recto, pero con renglones torcidos.