LeBron decepciona y los Clippers le amargan la Navidad a los Lakers
Los de Doc Rivers remontan 15 puntos en la segunda parte y juegan mejor unos instantes decisivos que los Lakers tiraron a la basura. Tapón clave de Beverley a LeBron.
Los Lakers no se pudieron regalar por Navidad una victoria ante los Clippers que era, en el actual estado de las cosas en el baloncesto de L.A., importante. Y más en uno de los partidos con más expectación (por duelo y fecha) de toda la Regular Season y por todos los rincones de Estados Unidos... y del mundo. Y jugaron tal mal los minutos finales, cometieron tantos errores para acabar perdiendo, que no les vale ni el consuelo de que fueron mejores durante un buen tramo de partido. El hecho de que tendrían que haber ganado, y de que estuvieron a alguna pérdida tonta menos o a un par de tiros liberados que se fueron al limbo de hacerlo, induce más al regusto amargo que a la resaca dulce, en este caso. Da lo mismo: eso es competir, y los Clippers han competido mejor en los duelos de la temporada, el de la primera jornada y el de Navidad. Han ganado los dos y llevan más derrotas totales (24-7 por 23-10 ahora) pero se están acostumbrando a ganar siempre al que puede ser el gran rival del Oeste en los playoffs. En el duelo particular, y por mucho que los Lakers vayan a ser fiables contra casi todos los demás rivales, parecen ahora mismo superiores. Y este año, y con el máximo respeto al puñado de equipos que también son aspirantes con galones, esa diferencia en el cara a cara puede valer un anillo.
Los dos partidos (volverán a jugar el 29 de enero y el 8 de marzo) han tenido claros lugares comunes. El primero llegó al último cuarto 85-85, este 86-86. En ambos los Lakers no supieron qué hacer en los momentos decisivos (17 puntos en el último cuarto en octubre, 20 esta vez con cinco en los últimos seis minutos y medio). En los dos Kawhi Leonard hizo lo suficiente para llevar a su equipo a buen puerto (esta vez 35 puntos, 12 rebotes, 5 asistencias) y en los dos LeBron James estuvo muy por debajo de su mejor nivel. En el primero acabó con un 7/19 en tiros, 1/5 en triples y 3/4 en tiros libres. En este (23 puntos, 9 rebotes, 10 asistencias) cerró en 9/24, 2/12 y otro 3/4. Así que en dos partidos contra los Clippers, donde tenía que marcar diferencias, solo ha tirado ocho tiros libres y ha firmado un 3/18 en triples y un 16/43 en tiros totales. Los Clippers pueden vivir con la certeza de que sin un LeBron súper y en finales igualados, acabarán teniendo más armas. Esta vez volvió a ser así: algunos robos de balón importantes en defensa, muchos tiros libres con un criterio arbitral que dejó de permitir el contacto que sí había concecido hasta el descanso (extraño: 13-9 en tiros libres lanzados en la primera parte, 8-23 en la segunda); y un tapón final de (mide 1,85) Patrick Beverley (que cogió algunos rebotes trascendentales) a LeBron en la jugada definitiva (a falta de 3,6 segundos y con 106-109).
Los Clippers salen del pozo a tiempo
Los Clippers, que no han sido desde luego brillantes fuera de casa hasta ahora, tuvieron ratos en los que parcieron a merced, tardaron en equilibrar el tono físico de los Lakers (o lo hicieron solo cuando los árbitros viraron hacia una menor permisividad) y no contaron con buenas versiones ni de Paul George (17 puntos con un 5/18 en tiros) ni de Lou Williams (solo 6 puntos, 1/6 en triples). Así que se llevaron un partido que seguramente tendrían que haber perdido, y nada puede dejarles mejores sensaciones, más con el componente anímico que tiene este año un duelo directo que jamás había existido hasta ahora en L.A., no con el título como techo real para los dos equipos. Pero la competitividad de los Clippers, que parece a prueba de bombas, contó esta vez con la complicidad de los errores, groseros, de unos Lakers que ganaban por 12 al descanso (63-51), por 15 ya en el tercer cuarto (68-53) y, en cierto modo lo peor de todo, por 7 a falta de 6 minutos y medio (101-94). Solo anotaron cinco puntos más.
Entonces, a un par de movimientos de cerrar el partido, cometieron muchas torpezas en defensa, regalando tiros libres por acciones poco inteligentes (algunas faltas fueron como mínimo justas, pero eso no debería ser excusa), y se olvidaron de atacar con nada parecido a criterio o sentido común. Un rosario de tiros en uno contra uno, de acciones forzadas y dedos cruzados para ver si entraba ese tiro, o ese otro, o ese... Cuando jugaron con criterio, además, los lanzamientos, algunos muy francos, no entraron. Los secundarios, brillantes durante el primer tramo de la temporada, no están bien en los últimos partidos. Y eso, unido a los problemas físicos que han tenido Anthony Davis y LeBron, vale cuatro derrotas seguidas después de haber acumulado solo tres en 27 partidos.
A los Lakers les falta una última pieza. Un tercer anotador fiable, algo que todavía no saben si puede ser Kuzma (esta vez 25 puntos y 4 rebotes), un defensor robusto para las alas... y, sobre todo, un jugador que pueda crear juego, botar y mover el equipo, dar una escapatoria a las acciones indivuales de LeBron y Davis cuando aprieta el marcador. Casi todas esas virtudes (y el pedigrí de campeón) las concentra un Andre Iguodala que ha sido durante dos meses un sueño que se aleja cada vez más porque los Grizzlies ni se plantean el buyout. Dwight Howard va a menos a medida que pasan las semanas, Avery Bradley ha vuelto horrible tras su lesión en una pierna y Danny Green tiene que meter más tiros. Para colmo, Frank Vogel se pone casi en cada partido, y de forma incomprensible, en manos de un Rajon Rondo que resta más de lo que suma y al que las defensas olvidan por completo (1/5 en triples esta vez) para crear embudos cerca del aro. Quizá los Lakers, en definitiva, no son tan atómicos como parecieron en noviembre ni tan poco fiables como han parecido en estas cuatro derrotas seguidas. Pero, en esencia, su 24-7 actual sí parece mucho más representativo que el 24-3 de hace unos días.
LeBron (que buscó poco las penetraciones y el contacto) amagó con ejercer de salvador en el último cuarto pero se volvió a enredar al final, con más fallos, un tiro libre importante al limbo (con 105-109) y esa última opción en la que (106-109) tardó demasiado en lanzar y solo sacó un tiro que Beverley taponó en el inicio del movimiento. La cámara lenta, para colmo, dio a los Clippers una bola que parecía destinada a ser el último intento de los Vogel, a los que las pequeñas cosas tampoco ayudaron pero que, en el pecado llevaron la penitencia, fueron culpables de acabar en ese final milimétrico al que se vieron abocados por sus muchos errores. A día de hoy, y eso parece incuestionable, compiten peor y con menos armas totales que los Clippers. Y eso es lo que cuenta.