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Hallway Series, año I: la historia en juego entre Lakers y Clippers

La rivalidad en Los Ángeles nunca ha existido... hasta ahora. Por primera vez, Lakers y Clippers parten a la vez como aspirantes al título. Kawhi Leonard pone el morbo.

Hallway Series, año I: la historia en juego entre Lakers y Clippers

En el Staples Center, donde ambos equipos comenzaron a jugar en 1999, apenas 21 metros de pasillo (hallway), separa el vestuario de los Lakers del de los Clippers, más pequeño. La otra franquicia de Los Ángeles, y otra en el peor sentido de la palabra, ni siquiera veía con extrañeza que le tocara el vestuario pequeño o que el pabellón se estrenara con asientos morados (por los Lakers y los Kings, de la NHL) y no los pusiera de un negro neutral hasta 2005. En 2013, al menos, juntó ánimo para cubrir durante sus partidos como local (y entre las bromas de toda la ciudad) las banderas de campeones de los Lakers, que siguen llenando el techo de un Staples en el que los Clippers bastante tenían con no molestar y aprovechar las migajas de un mercado gigantesco en el que coinciden dos franquicias emigrantes: los Lakers llegaron desde Minneapolis en 1960 y los Clippers desde San Diego en 1984. Otro traslado ya que nacieron como Braves, en Buffalo.

Durante algún tiempo se intentó, porque habría venido muy bien, ver una rivalidad local que nunca se materializó. En su primer duelo en San Diego, los Clippers ganaron y su propietario, Irv Levin, dijo que "así se empezaba una rivalidad local". Nada. Después del traslado a L.A. de los errantes Clippers, el primer duelo entre ambos reunió a casi 15.000 aficionados (récord por entonces de esa trastabillada franquicia) y los Lakers ganaron con apuros (103-108). AP habló en su crónica del inicio de "una rivalidad en la ciudad". Nada. Cuando los Lakers del Showtime dominaban Los Ángeles, California y el mundo, los Clippers se vendían como "el equipo del pueblo" (de la necesidad, virtud) y ponían las entradas a precios que iban de 4 a 15 dólares (las de los Lakers rondaban y superaban en algunos casos los 27) para satisfacción burlona de Pat Riley: "Yo diría que en los últimos 20 años hemos hecho algunas cosas más que ellos para que el equipo del pueblo seamos nosotros".

Los Lakers siguieron ganando mucho, títulos y dinero, y los Clippers siguieron siendo un hazmerreír habitual de todo el deporte estadounidense. La rivalidad en ese Staples del pasillo (hallway) entre vestuarios estaba sin estrenar pero tenía hasta nombre: Hallway Series. Pero no tenía chicha. Ni siquiera cuando los Clippers entraron en la mejor fase de su historia (a partir de 2011 y de las llegadas de Blake Griffin y Chris Paul). Porque entonces se desfondaron los Lakers, inmersos en una crisis nunca vista y de la que empiezan a salir ahora (o eso parece). Desde 2012 los Clippers han sumado siete de los once billetes para playoffs que han tenido en L.A. En ese tiempo, los Lakers solo han estado dos veces en la lucha por el título y llevan seis años fuera, después de cuatro ausencias totales entre 1960 y 2011, año en el que los Clippers empiezan a llenar sus partidos como locales, camino de tener estrellas (Paul, Griffin) con los que planificar unas campañas de márketing hasta entonces basadas en descuentos en las entradas cuando llegaban a la ciudad las grandes figuras de otros equipos. El que quisiera verlas en acción sin someterse a los precios disparados de los Lakers, ahí tenía una oportunidad. Menos era nada.

Kawhi, George y una nueva narrativa

Así que Lakers y Clippers nunca se han enfrentado en playoffs y no hay, por lo tanto, Hallway Series que llevarse a la boca. Las enemistades íntimas se fraguan en las eliminatorias. En el histórico en Regular Season los Lakers dominan 103-55. Los Clippers se llevaron la serie (cuatro partidos como rivales de División) de la temporada en la 2012-13, una rareza, y enlazaron a partir de ahí seis años seguidos lográndolo (una mega rareza) hasta el 2-2  de la campaña pasada, otro annus horribilis de los Lakers, que no se enderezaron ni con LeBron James. Solo en 2006 estuvo muy a tiro el duelo en las eliminatorias. Los Clippers llegaron a segunda ronda del Oeste (nunca han superado ese tope), donde perdieron 4-3 contra unos Suns que también habían ganado 4-3 a los Lakers, que sin embargo estuvieron 1-3 arriba antes de un desastre rematado con el petardazo de Kobe Bryant en el séptimo partido, donde solo tiró tres veces a canasta en toda la segunda parte y muchos (Charles Barkley entre ellos) le acusaron de dejarse ir para que se viera lo mal acompañado que estaba. Antes, en el sexto partido, había anotado 50 puntos después de tirar 35 veces a canasta (20/35) e, incluso así, los Lakers habían perdido en la prórroga.

Ahora los Clippers actualizan su filosofía de equipo del pueblo... todavía sin pueblo. Un acuerdo con Honey, uno de sus principales patrocinadores (comercio electrónico angelino), va a permitir la venta en los 41 partidos del equipo como local en Regular Season de un número limitado de entradas (un máximo de 200) a solo 10 dólares. Con un máximo de dos por persona y la obligación de que el comprador se persone en las taquillas 16 y 17 del Staples 90 minutos antes del partido y vestido de azul y rojo, los colores de los Clippers que tan poquito (o nada) se ven por Los Ángeles. Pero eso podría empezar a cambiar. Porque si no es ahora, no será nunca para la franquicia maldita, que ganó un verano en el que su insaciable vecino reunió a Anthony Davis y LeBron James. Y lo ha hecho quitándole al MVP de las últimas Finales en una carrera casi mano a mano: Kawhi Leonard. Y llevándose a Paul George en un traspaso con el que reunieron a dos californianos que querían jugar en L.A. Lo harán en los Clippers y eso es algo insólito, desde luego especial. Histórico como hecho, a la espera de los resultados. Un antes y un después para una franquicia sin apenas base social pero cada vez menos acomplejada y que puede cambiar, literalmente, la historia del baloncesto a partir de esta temporada. De momento se ha asegurado seguir teniendo una historia. Su entrenador, Doc Rivers, aseguró más en serio que en broma que tendrían que dejar la ciudad, literalmente, si Kawhi acababa en los Lakers y formaba un big three atómico con LeBron y Davis.

Y no acabó en los Lakers. Por primera vez en esa magullada historia, los Clippers iniciaban una temporada como seguramente el principal favorito al título más abierto de los últimos años, uno de caída (al menos temporal) de su Olimpo de los Warriors, que amargaron a base de bien esa era semidorada de los Clippers de la Lob City, el equipo de Chris Paul, Blake Griffin y DeAndre Jordan. Como los Lakers también vuelven a tener, muchos años después aspiraciones máximas, y como Kawhi jugó al gato y al ratón con ellos para obligar a los Clippers a hacerse con Paul George, por primera vez hay rivalidad deportiva y hay morbo competitivo. Hay Hallway Series. Y la NBA se frota las manos: ambos equipos se enfrentaron en la jornada inaugural (triunfo de unos Clippers todavía sin Paul George) y se vuelven a ver las caras otras vez, en el segundo de sus cuatro duelos del curso, en la señalada jornada de Navidad. Y veremos si, después, por primera vez en los playoffs.

Los Clippers, espectadores del Showtime

Los Clippers miran por primera vez directamente a los ojos a los Lakers (con fuego real, sin el paraguas de los Warriors cubriéndolo todo en el Pacífico) dentro de una relación hasta ahora muy desigual y caprichosa. Los males de los Lakers empezaron con el fallido traspaso por Chris Paul, que acabó siendo enviado (temporada 2011-12) a los Clippers. Hasta esa operación y si se medía desde el traslado de los Clippers a L.A., estos eran el peor equipo de la NBA (34,9% de victorias) y los Lakers el mejor (65,9%). Desde entonces las tornas han ido cambiando con los Clippers empujados hacia el infinito por la llegada de Steve Ballmer en 2014, el propietario más rico de la liga (cofundador de Microsoft) y un ejecutivo creativo y ambicioso que está desplegando un plan para acabar con lo que muchas veces ha parecido una verdadera maldición. Al final del camino, el traslado del Staples a un nuevo pabellón propio en Inglewood, precisamente donde jugaban (en el viejo Forum) los Lakers del Showtime.

Así que, aunque en escalones totalmente distintos de la NBA y prácticamente de la vida, los caminos de Clippers y Lakers siempre han estado entrelazados. Más que vecinos distantes, los casos de Chris Paul y de Kawhi Leonard han sido, por unas cosas o por otras, las primeras victorias morales y deportivas de los Clippers, el lento camino hacia lo que hasta Kareem Abdul-Jabbar reconoce ahora que será "un duelo directo muy bueno para la ciudad de Los Ángeles".

Hasta esta década que ya se acaba, cada vez que ambas franquicias entrelazaban destinos era para beneficio de unos Lakers que tenían hasta la suerte de su lado. El que la busca es el que la merece, ya se sabe. Hasta en la génesis de ambos equipos tal y como los conocemos, los caminos se cruzaron mandando a uno al firmamento de Hollywood y al otro a las cloacas de la más absoluta intrascendencia. Donald Sterling compró los Clippers en 1981 por recomendación del Doctor Jerry Buss. Y este se había hecho con los Lakers en 1979 gracias, en parte, a que había vendido a Sterling un lote de once apartamentos en Santa Mónica, operación con la que había cubierto los 2,7 millones de dólares que le faltaban para cerrar la adquisición de la franquicia cuando solo quedaban 15 horas para que acabara el plazo que le había dado el anterior propietario, Jack Kent Cooke, que quería centrarse en su otro equipo, los Redskins de la NFL. Finalmente Buss, que ejercía como químico mientras amasaba una fortuna en el negocio inmobiliario, pagó 43,5 millones por el Forum de Inglewood y el rancho Raljon, cerca de Bakersfield. Y otros 24 por los Lakers y los Kings de la NHL. También se hizo cargo de los 10 millones de hipoteca que quedaban pendientes de pagar por el Forum y de flecos cerrados en el apretón de manos final y de los que muchos prefirieron no saber nada, incluida una mansión para una amante en Las Vegas. Jerry Buss acabó siendo uno de los propietarios más trascendentes de la historia de todo el deporte estadounidenses, el hombre que convirtió en púrpura y oro todo lo que tocó en unos Lakers a los que emparentó para siempre con Hollywood y a los que propulsó hacia los años del Showtime. Con Magic Johnson, sí, pero con la irrupción de las Lakers Girls en los tiempos muertos, el espectáculo dentro y fuera de la pista y el local de moda de L.A., el Forum Club, dentro del propio pabellón. El lugar donde todos los famosos querían estar... y donde las parejas de los jugadores no solían prodigarse. Ojos que no ven...

Buss cambió la NBA para siempre y convirtió a los Lakers en el imperio de los mil años, una máquina de hacer dinero que habría puesto en marcha (no se le resistía nada) de todas formas, seguramente, pero que irónicamente pudo dirigir gracias a un empujón económico del empresario al que luego él acercó a unos Clippers que iban a ser dirigidos de forma tacaña, disfuncional y carente de ambición hasta que Ballmer aprovechó la caída definitiva en desgracia del que había sido dueño durante más de tres décadas, ese Sterling que tuvo que vender después de que se hicieran públicos los comentarios racistas con los que ventilaba las discusiones con su amante. Ahí comenzó, hace un lustro, la nueva vida de los Clippers.

El primer partido en la NBA de Magic Johnson se saldó con un triunfo por la mínima (102-103) gracias, cómo no, a un gancho imperial (sky hook) de Kareem Abdul-Jabbar, que se quedó pasmado cuando el base novato se le abrazó como si acabaran de ganar un anillo. Pero chico, qué demonios haces. La imagen, el estoico y taciturno Kareem sitiado por la incontenible felicidad de Magic y su sonrisa de oreja de oreja, anunciaba lo que estaba por venir: cinco anillos juntos entre 1979 y 1988. El rival en aquel partido era... San Diego Clippers. La misma franquicia, un desastre organizativo y deportivo ya antes de irse a Los Ángeles, de la que los Lakers se llevaron a Byron Scott en 1983, cuando el escolta (que sería pieza fundamental en tres de aquellos cinco títulos) había sido elegido número 4 del draft y los Lakers querían sangre nueva y desprenderse de Norm Nixon, el excelente guard que nunca aprendió a vivir bajo la inacabable sombra de Magic. Aquel traspaso no lo quería hacer nadie en los Clippers... salvo Donald Sterling, que no tenía ninguna intención de dar al rookie de Arizona State los 1,75 millones por cuatro años que pedía. "Sus demandas eran lógicas pero es que Donald no quería soltar el dinero. Sin más. No sé ni cómo explicarlo", contó después el que era (impotente) general manager, Paul Phipps.

Un año antes, los Clippers también habían estado ahí cuando los Lakers se llevaron a James Worthy para desmayo de toda la NBA. El mismo equipo que se había hecho con Magic en el draft de 1979 gracias a un pick sacado a Nueva Orleans Jazz en 1976 y después de ganar a los Bulls el cara o cruz para ver quién se hacía con un número 1 tan preciado, volvió a elegir con el 1 en 1982. Entonces, gracias a una operación de 1980 con los Cavaliers, que querían sacar a toda costa a Don Ford de L.A. y pensaban que su primera ronda del 82 no sería muy valiosa porque tenían enormes expectativas puestas en un proyecto liderado por Mike Mitchell y un Kenny Carr llegado... de los Lakers. Pero los Cavs acabaron en un paupérrimo 15-67 que convertía su pick de primera ronda en una de las dos primeras elecciones. Eran años en los que el número 1 se resolvía con una moneda al aire entre el peor de cada Conferencia. Ese año se lo jugaban los Lakers (que habían ganado 57 partidos) gracias a la mala visión de los Cavs... y los Clippers. Ganaron los Lakers y eligieron a James Worthy, MVP de las Finales de 1988. Los Clippers se quedaron con Terry Cummings, un excelente ala-pívot que fue traspasado después de solo dos temporadas y cuando se le habían detectado irregularidades cardíacas. Lejos de los Clippers, fue dos veces all star.

Los Lakers, cómo no, ganaron la moneda al aire después de unas semanas en las que había quedado claro (por si había alguna duda) quién llevaba la voz cantante en el baloncesto californiano. 1982 pudo haber sido el año del salto a la NBA de Ralph Sampson, el fenómeno de 2,24 de la Universidad de Viriginia que acabó siendo número 1 en 1983 y que decidió volver a la NCAA para una última temporada porque no quería ni plantearse la opción de jugar en los Clippers y porque la puja por él había levantado un increíble revuelo mediático. Mientras los Lakers jugaban la final de Conferencia contra los Spurs en ruta hacia otro título de campeones (4-2 a los Sixers), se hizo público que Buss había invitado a cenar a Sterling para buscar formas de conseguir un acuerdo que evitara la moneda al aire. Al más puro estilo Buss, hasta hubo una propuesta de resolverlo, irónicamente, con otro cara o cruz: si ganaba él, Sterling renunciaba al 1. Si perdía, convencería a Sampson de que merecía la pena ir a San Diego. Aunque el dueño de los Clippers no entró al trapo, el actor Gabe Kaplan (invitado a la cena) lanzó la moneda al aire, por puro morbo: ganó Sterling y Buss se regodeó: "Habrías tenido todo si te hubieras arriesgado...".

En plenos playoffs se supo, cuando esta cena fue destapada por la prensa, que Buss ofreció hasta seis millones de dólares, rondas de draft y a dos jugadores, Michael Cooper y Norm Nixon (que acabó en los Clippers un año después) para asegurarse a Sampson. Eso no gustó al general manager Bill Sharman, para el que la operación era demasiado costosa cuando, de hecho, tenían de entrada un 50% de opciones de tener el número 1 en el sorteo (así fue). Y desde luego no gustó a los que se sintieron implicados directa (Cooper, Nixon) o indirectamente, caso de Kurt Rambis y un Kareem que veían acercarse la amenaza gigantesca de Sampson. Pero los Lakers, bajo esa ética de Pat Riley basada en bloquear cualquier ruido del exterior, cerraron filas, ganaron el anillo y se llevaron el número 1 mientras Buss vendía a la prensa una elaborada versión en la que Sterling era el malo de la película y él, el custodio de su vestuario y sus principios. En la guerra mediática tampoco había color, claro.

La historia del baloncesto de Los Ángeles, y de la propia NBA, se puede reescribir ahora. Steve Ballmer, Doc Rivers, Kawhi Leonard y Paul George afrontan un reto como no hay otro en el deporte estadounidense: que a medio y largo plazo L.A. sea una ciudad como mínimo de dos equipos. Hasta ahora jamás ha sido así y la defensa de esa tradición descansa, no es mal lugar, sobre los hombros de LeBron James y Anthony Davis. Por primera vez tenemos rivalidad real, se cuecen batallas importantes en el baloncesto de Los Ángeles. Bienvenidos a la primera edición, por fin, de las Hallway Series.