Los Vázquez hacen humano a un club gigante, dan cuerpo al equipo y lo acercan a los rincones de España de donde proceden y donde surgirán simpatías madridistas.
El fútbol nos ha servido para darnos vida, llenar nuestras discusiones, nuestras lecturas y nuestro tiempo libre, ...
El carisma y la fotogenia medida en películas y series encumbra a Diego por encima de los demás y pone sobre la mesa la eterna dicotomía entre el futbolista y el personaje.
El síndrome de El hombre tranquilo, ese volver a casa a devolver al club del que saliste todo lo que te dio, se había ido perdiendo: nadie quiere jugarse su prestigio.
Es curioso que el fútbol, del que aprendimos que un resultado lo cambia todo de un día para otro, sea una de las pocas realidades a las que asirse en tiempos de pandemia.
Ahora ya no me lo dice, me dejó por imposible, pero mi madre siempre pensó que me gustaba demasiado el fútbol como para llegar ser una persona de provecho.
Desde que nos llaman consumidores de series se escucha menos eso tan demodé de que el fútbol es el opio del pueblo
Nos enfurruñamos, pero no podemos darle la espalda. Regresa la Liga, el fútbol exterminador no nos deja escapar.
Crecemos escuchando su nombre, de niños queremos emularles; cuando tenemos su edad andamos como ellos, y, ya talludos, nos apuntamos al último mohicano.
Once años después, la muerte de Dani Jarquesigue doliendo y su recuerdo crece como símbolo de un club.
Hasta el descenso del Espanyol nunca acabé de tomarme en serio eso de que 'Cuando Harry encontró a Sally' en realidad contuviese mensajes futbolísticos de primer orden...
En Can Perico, sede de la resistencia, al final del túnel de la Segunda división, más tarde o más temprano, también habrá fuegos artificiales.
Han tirado al pobre Cervantes. Y no sé de qué nos extrañamos. En el fútbol llevamos un siglo y pico derribando monumentos de futbolistas y entrenadores a los días de haberlos erigido por suscripción popular.
Valorar la última vez que fuimos al estadio y vimos juntos un partido.
La realidad es tozuda. Cuando un nueve se va, siempre se lleva sus goles con él.
Con la que lleva cayendo todos estos años, no es difícil sentirse como un personaje de cualquier película de Ken Loach. Y más en estos días.
Carlos Marañón compara el coronavirus con un secuestrados. Como Di Stéfano y Quini, nueves y rehenes sin motivo deportivo pero con final feliz.
Señalado como el más futbolero de los Beatles, Lennon estaría de acuerdo: el confinamiento es eso que nos pasa mientras estamos ocupados haciendo planes.
El odioso virus va ganando, pero el fútbol siempre da revancha; volveremos a jugar.
La magistratura se nos fue por el desagüe con el triunfo a toque de corneta de los blancos. Vinicius, Valverde, Mariano… Vientos de cambio.
No vale callarse, hay que actuar para defender los colores de nuestro equipo desde la grada como los futbolistas en el campo.
Hasta hace poco no era común en España que una madre acompañase a su hijo a la grada: durante décadas parecía una tarea reservada a padres, abuelos, ...
Carlos Marañón idealiza una Copa que pasa por ser una competición de serie B frente a las superproducciones de Champions y LaLiga.
Abelardo salvó al Sporting y Alavés, equipos norteños de paisaje verde botella, de sidra. Pero ahora afronta un reto complicado en el Espanyol.
A Don Revie le funcionó el ardid: el Leeds pasó del azul y oro a enfundarse el blanco.
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