El fútbol exterminador
Regresa el fútbol, hoy territorio Buñuel. Por eso quizá vuelvo al sueño recurrente del Mundial de Argentina. Pesadillas de 1978. Pero no con Amaral, aquel zaguero brasileño que le jodió la vida a Cardeñosa, ni con los papelitos de la barra en el pelazo de Kempes ni con la desvergüenza de Videla. Vislumbro a mi padre con la selección española, concentrada sin salir de La Martona, allí donde descubrimos la cara setentera del fútbol exterminador, que viene para quedarse.
El encierro ahora es mental. Tampoco yo puedo escapar ahora de esas docuseries desatadas (¿cuándo va a parar esta metadona?) que te cuelan hasta la cocina de un club de fútbol, y te descubren el misterio del vestuario como si lo escribiese Aaron Sorkin. Consiguen que quieras encerrarte a filosofar con Mourinho, al que antes le teníamos canguelo pensando en Antón Meana: "Somos adictos a nuestra vida en el fútbol, y no nos gusta llamarlo trabajo porque parece que no nos hace felices".
Se nos coló el balón en el piso 7 y medio de Cómo ser John Malkovich. Está pero no está, y más ahora que Charlie Kaufman ha vuelto a leer nuestra mente, frente al volumen a todo trapo de Nolan en Tenet, aparece, como un susurro, el eco de Estoy pensando en dejarlo, título que ni pintado para enfrentarse a la Liga de la mascarilla que comienza. Darnos cuenta además de que ya llevamos 30 años tarareando a Jerry Goldsmith con los partidos del domingo es otra condena gozosa. Para los que piensen en Schwarzenegger (o en Sharon Stone) con la sintonía de Desafío total, esta no es su columna.
O él o nosotros, no hay otra. Y siempre gana el fútbol. Capaces de racionalizar todo lo que hemos perdido en este tiempo, protestamos por la ausencia de público, por la idoneidad de los cinco cambios o por la odiosa pausa de hidratación, e intuimos que nos lo encasquetarán en bloque si es que algún día pasa la pandemia, como el VAR, la caída del saque neutral o las manos involuntarias. Nos enfurruñamos, pero no podemos darle la espalda. Regresa la Liga, el fútbol exterminador no nos deja escapar.