El príncipe Guillermo y Kate Middleton celebran su décimo aniversario de boda

No han sido precisamente tiempos afables para la Casa Winsor en los últimos meses. La Reina Isabel II ha tenido que lidiar con no pocas dificultades debido a una familia empeñada en complicarle el reinado y a la pérdida de su marido, el príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, que falleció el pasado 9 de abril.

Por ello, cualquier atisbo de celebración es más que bienvenida para que los tabloides británicos dejen de hablar de los duques de Sussex, el príncipe Harry y Meghan Markle, convertidos en el principal quebradero de cabeza de la institución monárquica tras sacudir al mundo con unas explosivas declaraciones en una entrevista concedida a Oprah Winfrey, con acusaciones de racismo incluidas.

Y como bálsamo hay que considerar el aniversario de boda del príncipe Guillermo y Kate Middleton, que se casaron el 29 de abril de 2011 en Westminster Abby (Londres). No fue un camino de rosas hasta sellar el matrimonio ya que hubo altibajos en un noviazgo que se inició en 2003, pero en el que hubo algunas pausas y giros inesperados de guión con invitados de excepción de la alta sociedad británica que hacían peligrar la relación.

Matrimonio ejemplar

Diez años después, los duques de Cambridge, tienen tres hijos -George (8), Charlotte (7) y Louis (3)- y su matrimonio ha sido ejemplar a los ojos de su pueblo. Su comportamiento público ha estado marcado por la normalidad y la figura de Kate Middleton responde a los cánones de perfecta consorte del futuro rey. También se ha valorado su papel en el conflicto entre hermanos y a ella se le atribuyen que su marido y el príncipe Harry hayan acercado posturas.

De hecho, dando por sentado que Carlos de Inglaterra esté quizá amortizado, muchos albergan la esperanza de que los Duques de Cambridge devuelvan el esplendor a la Casa Windsor. Por el momento, la Reina Isabel II, que el año que viene protagonizará un hito histórico con el Jubileo de Platino y sus 70 años de reinado, confía en que las aguas vuelvan a su cauce y que los tambores de guerra que han resonado desde el otro lado del Atlántico cesen.