
Tres salidas, nueve puntos. El Madrid sigue su marcha feliz, aunque se puede decir que en Balaídos no convenció. Benítez planteó muy bien el partido, secando a Bellingham con Beltrán y Luca de la Torre y soltando sus laterales con profundidad. Todo eso junto al peligro que aún representa Iago Aspas, que se va retrasando para iluminar la jugada en su origen aunque sea a costa de llegar menos al remate. Pronto pareció obtener fruto el Celta de su buen inicio, porque marcó, pero el VAR recomendó a Díaz de Mera revisar un agarrón previo a Kepa, y el gol se fue al limbo. Agarrón hubo, pero ¡son tantos los que se dejan pasar en los córners…!
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El Madrid respondió con un gran susto en una carrera sensacional de Vinicius que no pudo rematar Rodrygo, pero ahí se acabó la participación del siete del Madrid. Afectado por un tirón o amago de ello, se sentó en el césped, fue a la banda, se vendó, intentó continuar pero a la siguiente carrera abandonó, dejando el sitio a Joselu. Sin Vinicius, con Bellingham encerrado en una sabia jaula y con la media de los musculosos mientras los estrategas Kroos y Modric miraban desde el banquillo, poco se podía esperar del Madrid. Y poco hizo, salvo algunas peligrosas jugadas individuales de Rodrygo. El Celta estaba seguro y lanzaba sus ataques.
Hacia la hora de juego Ancelotti intentó remediar el asunto haciendo comparecer a Kroos y Modric, pero lo que dio vuelta a la situación fueron dos chispazos de Bellingham, jugador tan extraordinario que decide hasta en sus días flojos. Primero, con un pase luminoso a Rodrygo que acabó en penalti, fallado por el propio brasileño. Y luego, cazando el gol, de cabeza, en un córner sacado por Kroos que Joselu tocó adecuadamente para que el inglés, en bella palomita y cambiando el cabezazo, marcase su cuarto gol en tres partidos. El Celta, que celebraba su centenario, mereció más, pero Bellingham resolvió el partido en dos apariciones.






