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La presión del fútbol derrumba a Rubiales

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Escribí anteayer que pretendiendo ser la novia en la boda, Rubiales podía terminar siendo el muerto en el entierro. Bueno, pues ya lo es. Su delirante afán de acaparar el éxito de la Selección femenina le llevó a una escalada de actos improcedentes cuya culminación fue el intempestivo beso en la boca a Jenni Hermoso, un acto soez cuya importancia no comprendió. No mucho después, preguntado por ello en la COPE, se despachó con una retahíla de improperios ‘urbi et orbi’. E hizo cosas peores: su Federación lanzó por EFE un comunicado que incluía unas palabras exculpatorias de Jenni Hermoso inventadas. Y luego la presionó en el avión, con la complicidad de Vilda, para comparecer juntos en el vídeo grabado en Doha.

Confiaba en reconducir la situación en una asamblea a la búlgara en la que teatralizar mejor su arrepentimiento para, a continuación, alardear de la gran gestión en el caso de la Selección femenina. La pasividad del fútbol ante el hecho le animaba a salir airoso de la prueba. Pero por fin ayer el escándalo social rompió esa pasividad, y a los solitarios repudios de la víspera de David Aganzo y Ángel Torres se fueron sumando nuevas voces en un efecto dominó. Quizá fuera decisivo que la FIFA le abriera expediente. El caso es que entre los presidentes se produjo una cascada de testimonios de rechazo unidos al anuncio de no acudir a la asamblea.

Así que se va. Tras escuchar a sus pretorianos, los presidentes de regional, entre los que sería difícil encontrar un Lot, decidió dimitir. Ya veremos quién hereda la túnica. El caso es que aquel desmadrado afán de protagonismo ha acabado con este presidente de gran empuje que ha llenado su gestión de sombras y polémicas (le espera un calendario de juicios) y que carecía de estilo para vestir un cargo así. Ha durado por la negligencia del anterior secretario de Estado, José Manuel Franco, que respetó su amistad con Pedro Sánchez y Florentino Pérez. De haber actuado con rigor, y ocasiones tuvo, quizá nos hubiera librado de este bochorno nacional.