Opinión

Sin cash, pero molestando: la Liga de Flick

Se nos dijo, cuando llegó Mbappé, que LaLiga carecería de interés. Y sin embargo, aquí estamos: un 11 de mayo, tiempo revuelto y el Barça, cuatro puntos por delante...

Flick bromea con sus jugadores durante un entrenamiento.
JOAN MONFORT | DiarioAS
Rafa Cabeleira
Actualizado a

Apenas un punto puede bastarle al Barça para cerrar una Liga que, de obtener los tres, comenzaría a celebrar esta misma tarde sobre el verde alquilado de Montjuïc, aunque las matemáticas se empeñen en ponerle peros a la conga. Quién nos lo iba a decir allá por el mes de agosto, con Mbappé insuflando nuevos estímulos al ego blanco mientras Laporta buscaba las últimas monedas perdidas en el sofá. No es que se esperase una nueva reedición del duelo entre David y Goliat, no: se nos dijo, casi se nos garantizó, que LaLiga tendría el mismo interés que una pelea entre los equilibristas del Circo de los Muchachos y el séquito al completo del propio Goliat, Herodes, la tropilla del Aquiles de Brad Pitt y los esbirros del Tío Gilito.

Y, sin embargo, aquí estamos: tarde de domingo, 11 de mayo, tiempo revuelto y el Barça liderando con cuatro puntos de ventaja que lo cubren en corto. Solo el Madrid tiene la obligación de ganar para darse una oportunidad. Al Barça le basta con salir a ganar, como ha hecho a lo largo y ancho del curso, y abandonar el terreno de juego con la conciencia tranquila, que no es poca cosa atendiendo a los otros Clásicos disputados esta temporada. Pensará el madridismo que nada de eso cuenta, pero se trata del típico argumento que solo se hará servir en caso de victoria. En silencio, cuando nadie los ve, son muchos los que no perdonan la escasa resistencia demostrada en los cruces anteriores a excepción, quizá, de media hora en el segundo tiempo de la final de Copa.

Los méritos del Barça son incontestables mientras los del Madrid no pasan de cuestionables, incluso habiendo enfrentado a una plaga de lesiones que le dejó la defensa en cuadro, pero la arrogancia intacta. Le queda una última bala para apretar el calendario y evitar que Ancelotti abandone el club como esos interinos a los que se les agota el crédito antes que el contrato. Así suelen marcharse los entrenadores del Real Madrid: tan exigidos, tan machacados, que a veces dicen adiós con buen sabor de boca porque, como los villanos de las películas, nunca terminan de morirse.

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