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Rodrygo, el arte sin demagogia

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Sin problemas aparentes en Cádiz, el Madrid negoció un partido que había levantado incertidumbres por la acumulación de bajas. Cada semana se escucha alguna mala noticia. Vinicius regresó de Brasil con una importante rotura muscular, la segunda que sufre esta temporada, dato más que preocupante en un jugador que hasta ahora se había resistido a la vieja ecuación de los sprinters: máxima velocidad multiplicada por una alta repetición de violentos esfuerzos equivale a seguros problemas fibrilares. Sin Vinicius, el Madrid se agarró a Rodrygo y al inevitable Bellingham. En cada partido, el inglés deja huella.

El de Cádiz sirvió como entremés al Madrid, que se enfrenta mañana al Nápoles en un partido sin drama. Dos razones lo han afeitado: el equipo italiano no es ni la sombra de su anterior edición, la que le coronó campeón de Italia contra pronóstico, pero con una autoridad impresionante, y el Real Madrid está clasificado para octavos de final. Será interesante, sin embargo, observarle en el estado actual, flaco de plantilla por las lesiones.

Dos jóvenes de la cantera, Nico Paz y Gonzalo, jugaron los últimos minutos en Cádiz. Carvajal, Nacho y Lucas Vázquez también participaron en el encuentro. Pocas veces en los últimos años se ha visto a tanta gente forjada en la cantera. Frente al Nápoles quizá se repita la historia, y sería un buen momento porque la hinchada quiere medir a las promesas en casa antes de cesiones y ventas a otros clubes.

Rodrygo pasó tan brevemente por el Castilla, sin apenas dejar rastro. En cierto modo, es su estilo en el campo. Es tan fino que transmite una impresión etérea, de jugador que no contacta con el suelo. Se desliza sin la menor brusquedad, con equilibrio de bailarín y una ligereza que invita a la admiración, no a la épica. Es probable que su delicado estilo opere en su contra, al menos en la percepción de algunos sectores del madridismo, que lo tienen por frío. Pero es el hielo en las venas el que le permite cerrar jugadas maravillosas, como las que protagonizó en los dos goles que marcó en Cádiz.

Un futbolista capaz de esos prodigios es un futbolista diferente, de los que la camiseta del Real Madrid les sienta como un guante, aunque el rechazo también forma parte del ambiente. La historia del Madrid presenta varios ejemplos de estilistas que dividen al personal. Benzema precedió a Rodrygo en este baremo, antes de convertirse en ídolo total. Otros, caso de Guti, no abandonaron nunca su condición de discutidos. En todos los casos, esta clase de jugadores añade otra característica: no ponen cara de velocidad, desprecian la demagogia, tan socorrida siempre cuando se trata de ganarse el aplauso facilón.

La ausencia de Vinicius aumenta la responsabilidad de Rodrygo en el equipo y ante la afición. El Madrid anda muy corto de delanteros y puede temer la escasez de caudal ofensivo. Le viene de perlas que Rodrygo haya recuperado en estos momentos la cuenta de goles, no sólo porque vuelve a marcar, sino por la manera de hacerlo. Los que marcó en Cádiz denotaron que ha regresado la confianza. Fueron goles que exigían un compendio de decisiones y habilidades: conducir, amagar, driblar y finalmente elegir el remate. Cuando un delantero reúne toda esa producción es que está como un pincel.

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