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Ese domingo de julio…

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Hay un día clave en el calendario de los muy aficionados al sofá, sección “después de comer”, que es ese domingo de julio en el que coinciden un etapón del Tour y una Final de Wimbledon.

Suele ser un día maravilloso, un domingo largo, una tarde de domingo interminablemente hermosa. Ese día en el que se te juntan comida, siesta, merienda, y casi cena, pegado al sofá y al televisor. El placer de los placeres. Y si tienes cerca un aire acondicionado, enciende y vámonos.

Yo no soy demasiado aficionado al deporte en general, ni siquiera soy muy aficionado a eventos fundamentales en la historia del deporte, como finales de Champions, finales en los Juegos Olímpicos, o una final de un Mundial de Fútbol en la que no jueguen España o un país latinoamericano. Sólo veo al Atleti, religiosamente, siempre, y lo demás, ya veremos, aunque siempre me encantó ver competir a Nadal, Alonso, Ballesteros, etcétera. Pero ese domingo de julio...ese domingo de julio lo tengo marcado en rojo.

El pasado domingo sucedió un milagro en el sofá de mi casa.

Pude ver a varios héroes dando pedales como posesos, en ese paisaje maravilloso que son las carreteras de Francia abarrotadas de mirones en época de Tour. Y nada más terminar la etapa, pude concentrarme de lleno en la final de Wimbledon donde un chavalito de Murcia daba lo suyo a un ganador de veintitrés Grand Slams. Se dice pronto. El Rey de Wimbledon derrotado por el Príncipe de El Palmar.

Es como ir a un festival de música en el que puedes ver un concierto de los Stones en un escenario, y cuando termina, te das la vuelta y está Dylan en el escenario de enfrente tocando para ti, y tú en el sofá.

Ese domingo de julio…

A partir de ahora, veremos cómo termina este Tour tan español, de momento.

Ojalá consiga ese tercer puesto el otro héroe, también llamado Carlos, y Rodríguez de apellido.

Dos chicos de 22 y 20 años, Carlos Rodríguez y Carlos Alcaraz, respectivamente, nos hicieron pasar uno de los mejores domingos del año. ¿O fue el mejor?