El punk berlinés ha muerto
Es curioso, pero lo que vivirá el Union Berlin esta noche en el Santiago Bernabéu es lo que (parte de) su afición siempre rechazó. O mejor dicho: odió. Se estrena el histórico club berlinés en la Champions, esa competición que desde hace tantos años es sinónimo del fútbol comercio. Es la liga de las estrellas, de los millones de euros de primas para los grandes que se invierten para fichar más estrellas y, de esta manera, no sólo siguen abriendo la brecha entre ricos y pobres, sino que también lo alejan de sus aficionados más tradicionales. Así piensan en Köpenick. O mejor dicho: pensaban.
Porque los tiempos en los que su hinchada mostraba pancartas en el Stadion An der Alten Försterei rechazando ascender a la Bundesliga por no querer formar parte del ‘fútbol moderno’ ya han pasado. El Union, club con orígenes en el gremio de la herrería, fundado en la República Democrática Alemana y voz crítica ante el régimen comunista en el Este, símbolo de resistencia y rebeldía, también terminó sucumbiendo ante el dinero. En vez de disputar sus partidos como local en la Champions en su estadio con marcador manual, prefirió mudarse al Olímpico de la capital alemana, feudo del Hertha, su eterno rival, con más del triple de capacidad. Gracias a Paramount, su nuevo patrocinador, ingresará seis ‘kilos’ por temporada que ayudaron a fichar a jugadores de la talla de Gosens, Leite o Volland. Es todo lo que nunca quiso ser. El punk berlinés ha muerto.