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El oro del fútbol no está en Arabia

Lo decía ese pozo de sabiduría que era Lester Freamon en The Wire: “Sigue la pista del dinero”. En la serie de David Simon el hilo del que había que tirar era en la lucha contra el narcotráfico, pero para el fútbol sirve igual. La pasta visible asoma ahora desde Arabia Saudí, con fichajes y sueldos estrafalarios, pero el flujo constante y subterráneo de dinero sigue viniendo de Estados Unidos. El Real Madrid de las giras veraniegas por Norteamérica, la FIFA y los grandes clubes lo saben. También LaLiga. Un ejemplo: el contrato del club blanco con Emirates termina en 2026; el que ha firmado con el fondo inversor estadounidense Sixth Street y la macroempresa Legends para la explotación comercial del nuevo Bernabéu durará 30 años...

Aún recuerdo aquella oleada de oligarcas rusos. Abramovich salió por patas del Chelsea y de Londres y Dmitri Rybolóvlev, el propietario del Monaco, tuvo que vender una obra maestra de Leonardo da Vinci por 380 millones de euros para costearse un divorcio. También aquel fútbol chino que se echó al monte y pagó a Darío Conca, un desconocido en Europa, un sueldo anual de 10,5M€. En 2010, sólo Messi y Cristiano ganaban más que él.

La moraleja de esto es que Arabia ha reventado el circuito futbolístico por capricho del Príncipe heredero Mohammed Bin Salman Bin Abdulaziz Al Saud como anuncio de neón del plan Vision 2030 para modernizar el país. Pero nada garantiza que este boom saudí perviva tras esa fecha. Y los jerarcas del fútbol, tras la polémica de los Mundiales en Rusia y Qatar, volvieron a mirar a Estados Unidos para 2026. Al país en el que generar billetes con el deporte es un arte. El dinero, a fin de cuentas, seguro.