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El Leipzig llevó al Madrid al límite

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Bien está lo que bien acaba, y lo del partido del Bernabéu acabó bien porque el Madrid se clasificó para cuartos. Pero, mirado el asunto más de cerca, no puede decirse que haya sido mejor que el Leipzig ni allí, de donde regresó con un 0-1 gracias a Lunin, ni aquí, donde salvó el trance con un 1-1 que no refleja el partido. El Leipzig se manejó mejor y remató muchas veces más. Una de ellas, ya al borde del final, al larguero, por medio de Olmo. Podemos añadir que en las dos ocasiones al Madrid le salió cara con el arbitraje en los trances difíciles, allí con el gol tan discutido y aquí con la no expulsión de Vinicius, que luego sería autor del tanto madridista.

Ancelotti temía el trance, después de visto lo visto en Leipzig, así que primero concentró a sus jugadores la noche anterior, cosa que no suele, y luego, en un ataque de entrenador, diseñó un equipo cargado de centrocampistas, mal ordenados en un 4-3-3 que tuvo a todos despistados en la primera mitad. Lo peor fue que tiró a Bellingham muy arriba, sacándole del circuito, y a Kroos muy atrás, para dar la salida, pero sin efecto en la construcción más adelante. Para completar el cuadro, Tchouameni, que de central se ha ido apañando, volvió a dar el cante. El Madrid hizo una primera parte mala de solemnidad, infumable. Y pasó sustos.

Tras el descanso entró Rodrygo por Camavinga y el equipo volvió a su ser. Eso dio paso al menos a un partido equilibrado y una galopada elegante de Bellingham acabó en golazo de Vinicius, que no mucho antes se había expuesto a la expulsión por una melonada. El gol pareció despejar el panorama, pero el Leipzig apretó entonces seriamente, empató enseguida, y el resto, hasta ese globito final de Olmo al larguero, fue un sinvivir. Lunin tuvo que intervenir bastante, aunque no tanto como allí, y tres remates claros se marcharon fuera por los pelos. El pitido final fue un alivio. El Madrid pasa a cuartos, pero con poco de lo que presumir.