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Carlitos, el mago de Nueva York

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Carlos Alcaraz quema etapas y pronósticos a la misma velocidad con la que propulsa las bolas. Unos golpes endiablados, con una potencia inusual. Un tenis jugado al ritmo frenético de un videojuego de acción, de esos con los que disfrutan los post-millenials de su generación. Carlitos es una alegría para el tenis. En un deporte donde se corría del riesgo de caer en el aburrimiento con la eclosión de ‘pegadores’ cortados todos por el mismo patrón, el murciano trae el show. Decía Marin Cilic antes de enfrentarse a él que “la creatividad de Alcaraz es la mejor del circuito”. Ha rescatado el juego de saque-red, las dejadas levantan a la grada, sus globos son de darle una y otra vez al play, dibuja los passings con precisión milimétrica y tiene un lado globetrotter que le permite inventarse puntos con un tweener bajo las piernas o devolver una bola por la espalda, como le hizo a Jannik Sinner, más al estilo de un torero burlando la embestida de un morlaco que de un tenista.

Alcaraz, además de talento, mentalidad de hierro, dominio de la presión y mucho trabajo, tiene magia. Y en la pista Arthur Ashe, el escenario más loco del tenis, ha encontrado su teatro de los sueños. Con sus trucos, consiguió neutralizar hasta el factor campo frente a Francis Tiafoe. Nueva York está entregada al chico que no para de sacar conejos de su chistera. Le queda una última función que promete ser preludio de otras muchas. Seguro que no defrauda.