El Cádiz es el Gran Houdini del fútbol
Si el Madrid tiene como sello histórico su capacidad para dar la vuelta a eliminatorias europeas imposibles, el Cádiz tiene la de escapar a descensos en condiciones extremas. Algo así como aquel Gran Houdini al que metían encadenado en un cofre con doble candado, tiraban al fondo de una piscina y salía de allí nadando alegremente. El registro de salvaciones dramáticas del Cádiz es larguísimo. Recuerdo vívidamente la primera vez que vi jugar a Kiko, aún juvenil, héroe de una decisiva victoria ante el Zaragoza cuando le sacaron, avanzada la segunda parte. Kiko lo recordaría bien ayer desde su posición actual de comentarista de la SER.
El año siguiente la salvación del Cádiz fue un prodigio escapista sin precedentes. Era la temporada de los no repetidos play off. El Cádiz fue el último toda la liga regular. Los seis últimos jugaron la liguilla que haría descender a tres, y volvió a ser el último. Sobre la marcha la Federación dispuso que sólo bajaría uno, por ampliación de la Primera, e Irigoyen, presidente del Cádiz, exigió un nuevo play off con los tres últimos. Consiguió su propósito, jugaron una liguilla Cádiz, Racing y Osasuna y bajó el Racing. Robinson estaba recién llegado a aquel Osasuna y de aquel malabarismo de Irigoyen le nació su conocido amor por el Cádiz.
Desde donde esté, habrá disfrutado lo de ayer, viendo de nuevo al Cádiz escapar entre la espada y la pared. De los tres era el que peor lo tenía. Necesitaba ganar y que Mallorca o Granada no ganaran. Y pasó. Ganó, gracias a un segundo tiempo imponente, y se salvó apoyado en la desgracia del Granada, que falló un penalti. Era el que lo mejor lo tenía, jugaba en casa y ante el Espanyol, que deambula como un zombi por LaLiga desde hace semanas, pero su empate final, frente a las victorias del Mallorca en Pamplona (con plena autoridad) y la agónica del Cádiz en Vitoria, bajo lluvia, granizo y truenos, le condenaron. Y es que Houdini jugaba para el Cádiz.