Djokovic ya está aquí

Novak Djokovic ha vuelto. El depredador, definitivamente, ha despertado. Me atrevería incluso a sostener que ya había vuelto hace una semana, cuando chocó en Madrid ante el emergente Carlos Alcaraz en un maratoniano partido de tres horas y media. Aquel día sucumbió ante el mejor jugador del momento, pero ya exhibió lances de su incisivo juego, y sobre todo esa mirada afilada... La mirada del campeón. Durante el primer cuatrimestre, Nole parecía desorientado. Ya conocen las razones. Primero, su litigio perdido ante las autoridades de Australia. Después, las fronteras también cerradas en Estados Unidos. El serbio necesitaba partidos para encontrar el ritmo de competición, pero como apenas podía jugar, le resultaba imposible ponerse a punto sólo con entrenamientos. Un bucle. En Montecarlo y en Belgrado se le vio desfondado físicamente. Dice que, además, ha tenido que superar una enfermedad. Y puede que también anduviera tocado psicológicamente por la presión que tuvo que soportar al inicio de la temporada. Provocada por él mismo, todo hay que decirlo.

El Djokovic que vemos esta semana en Roma ya se acerca mucho a su versión estelar. Ha dominado sus cuatro partidos en dos sets. El viernes, ante Auger-Aliassime, se aseguró rubricar su 370ª semana como número uno. Imparable en un ranking que hace tiempo que lidera frente a los más grandes de la historia. Y este sábado, ante Ruud, alcanzó su victoria 1.000 en la ATP, un club en el que ya habían ingresado Connors, Lendl y sus coetáneos Federer y Nadal. El serbio es una leyenda, uno de los mejores tenistas de siempre, quizá el mejor. Nos caiga bien o mal, eso hay que reconocérselo. Este domingo dilucidará el título ante Tsitsipas, a quien ha ganado en sus tres finales y en sus cuatro partidos en tierra. Una de ellas, el año pasado en Roland Garros... donde llegará a punto para la defensa. Ya está aquí.