El drama del descenso

Mayo es un mes especial para los deportes de equipo, la fecha en la que se deciden generalmente los títulos, aunque también hay ligas que se alargan a junio. Es un mes de alegría, de la satisfacción del trabajo bien hecho o de la esperanza de mejorar en el futuro. Es un mes de revisar los proyectos, para incidir en los aciertos y para corregir los errores. Pero también es un mes de lágrimas, las de aquellos que caen en el pozo del descenso. El deporte es así, de cruel y de mágico, porque cuando alguien ríe, también alguien llora. Ayer le tocó reír al Granada, que logró la plaza directa de ascenso a la ACB. Y hoy les tocará llorar a dos equipos que tomarán el camino inverso a la LEB Oro. Hay cuatro candidatos, así que la mitad tendrá un motivo de celebración. Son las dos caras de la competición.

El drama del descenso se lleva viviendo durante toda la semana con una jornada doble. El Betis y el Obradoiro, que la iniciaron implicados, llegan hoy salvados al desenlace de la liga regular, aunque el resultado de los verdiblancos aún influye en el destino de sus colegas de agonía. Burgos y Fuenlabrada juegan entre sí, en una final por la permanencia que tampoco es una final, porque los locales podrían irse al pozo incluso con una victoria. Los otros dos afectados son el Zaragoza, que visita a un Murcia que aspira al playoff, y el Andorra, que recibe al Tenerife. Las calculadoras echan humo, las combinaciones son múltiples. Esta emoción es posible porque ahora los descensos son de verdad. Hasta hace poco, las exigentes condiciones de acceso a la máxima categoría taponaban los ascensos. El Estudiantes, salvado varias veces en los despachos, puede dar fe. Ahora milita en la LEB, y de momento ya ha visto cerrada la primera puerta de regreso. Le queda otra. Es la esencia de la competición, de la que se privó durante años al aficionado. Ahora sí funciona el ascensor, ya no está averiado.