Se acabaron las excusas
La imagen de los jugadores y cuerpo técnico del Barça celebrando en Sevilla la clasificación para la Champions es chocante, pero lógica. Es un objetivo de mínimos, pero objetivo al fin y al cabo. No haberlo logrado hubiera supuesto un desastre no sólo en términos deportivos, sino también económicos porque el club necesita la bombona de oxígeno del dinero de la UEFA. Ya está, así que a partir de ahora comienza una etapa en la que las excusas a las que se han agarrado presidente, entrenador y jugadores ya no colarán.
Que la herencia de Bartomeu ha sido una losa, un desastre de dimensiones bíblicas, se sabe y además no han parado de repetírnoslo, pero Laporta ya lleva más de un año dirigiendo el club y las palancas económicas -como él mismo las ha calificado- que deben resucitar el proyecto son su negociado ahora. El presupuesto de ingresos no se está cumpliendo y eso es cosa suya, no de Bartomeu. Xavi Hernández lleva tiempo dejando caer que necesita refuerzos y sigue utilizando el eufemismo de la pulcritud para señalar que con lo que hay, no es suficiente. Es lo mismo que decía Koeman, pero expresado de manera más pulcra, eso sí. Ese Koeman al que también aludió tras ganar al Betis repitiendo de forma machacona la situación lamentable en la que estaba el Barça en noviembre, cuando él se hizo cargo del equipo. La mejora ha sido tan evidente como la imagen lamentable que están dando en el último tramo de la temporada, en la que la excelencia, la idea y el juego se han ido a hacer puñetas. Y ese es ahora su negociado, no el de Koeman.
Para seguir creciendo hace falta un buen diagnóstico y ciertas dosis de autocrítica que brillan por su ausencia. Jordi Alba, uno de los capitanes, soltó que jugando así, como lo están haciendo ahora, podrían haberle competido el título de Liga al Madrid. Y lo dice después de perder contra el Cádiz y el Rayo, colgarse del larguero ante la Real Sociedad y sufrir ante el Mallorca y el Betis. Alguien le tiene que decir que suba el listón, porque no, no cuela.