Tanto monta, remonta tanto
Las últimas remontadas del Madrid han desencadenado una riada de palabras que han explicado que no hay explicación. Como esos científicos que comprueban una y otra vez el mismo fenómeno, pero no logran descifrar la fórmula que lo produce. Saben que algo sucede, pero no por qué sucede. Frases de admiración y asombro que no dejan espacio al análisis racional porque los partidos del Real Madrid en Copa de Europa tienen más que ver con la Biblia que con la crónica deportiva. Lázaro, Jonás, la Resurrección. La vida después de la muerte y la victoria al borde de la derrota. El Real Madrid es el alfa y la omega, se sostiene especialmente en el guardameta y el delantero, su principio y su final. Courtois y Benzema o Casillas y Raúl, en su momento. El Madrid funciona como un gran grupo de rock, con un batería sólido y un cantante carismático. En el medio, lo inexplicable.
Pero hay otro equipo que también tiene esos imponderables. Es el Liverpool. Si hay un estadio que supera en magia al Santiago Bernabéu es Anfield. Si hay un himno sobrecogedor se trata de "You' ll never walk alone". La final de Estambul, la remontada al Barcelona, la superación frente al Villarreal, la caza y captura del City en la Premier. Ahora mismo, el Liverpool tiene la fuerza mental del Madrid y la precisión técnica del City, pero sin la retórica.
Liverpool y Madrid son los dos equipos que generan más acontecimientos sobrenaturales del planeta. En la final que les enfrentó hace cuatro años, precisamente al Liverpool le fallaron el alfa y la omega: el portero y el delantero, lesionado en una temeraria acción de Sergio Ramos. Pero como con lo divino no se juega, el karma ha convertido la estancia del camero en la Ciudad de la Luz en una pesada sombra. La maldición del faraón.
Todos sabemos de lo que es capaz el Real Madrid. Nos ha brindado un recital de gestas que serán recordadas durante siglos. Aquiles, El Cid, Benzema. Pero, si hay otro equipo que puede cautivar al mundo con su mística, ese es el Liverpool.