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Nacido para los excesos

El fútbol tiene querencia a lo repetitivo. Un día alguien se percató de que Hugo Sánchez habitualmente marcaba sin controlar el balón y desde entonces no supo embocar de otra manera. Años después, un defensa realizó su primer pisotón dentro del área y ahora nadie sabe hacer penaltis si no incrusta sus tacos en el pie del adversario. Con Modric empezamos a alabar sus pases con el exterior, cuya excelencia alcanzó en la remontada contra el Chelsea, y en el siguiente partido contra el Sevilla ya dio todas las asistencias en modo trivela.

En el Barça todo eso se lleva con la exageración propia de los nacidos para los excesos, se enredan en un lío y ya no saben vivir de otra manera. Parecía lanzado hasta que llegó la maldición del Eintracht en un Jueves Santo, y con el lío de las entradas desde entonces todo es un vía crucis.

Tras el adiós a la UEFA vino el adiós a la Liga ante el Cádiz y las angustias para la Champions, mientras que de entremés nos sirvieron los negocios de Piqué y sus audios. En cuatro días han tenido que ofrecer ruedas de prensa Gerard, el presidente del Barça y el de la Federación, sin mucho éxito en ningún caso. Esta noche en Anoeta el posible regreso del central animará aún más el debate sobre los arbitrajes. Como en las series americanas, to be continued, me temo.