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Psicofonías en el Camp Nou

Abroncar a un equipo en su estadio no es inusual, y menos si hay más camisetas rivales que locales y son blancas en vez de azulgranas, como sucedió el jueves en el Camp Nou. Tampoco lo es hacerlo con el palco, salvo en la época de Los Morenos, la guardia pretoriana del nuñismo, cuando eso era una actividad de riesgo. Más complicado resulta ya que la grada se haga una autopañolada a sí misma en protesta por los ausentes habituales, un fenómeno paranormal inédito en siglo y medio de fútbol. Si en un lugar puede darse esta circunstancia (o las tres al mismo tiempo, que el Barça tiene también algo de uno y trino) es sin duda en el coliseo blaugrana.

A la espera de ver en qué dirección reverberan las psicofonías invocadas hace cinco días, el equipo se aferraba a la última de sus vidas, malgastadas ya el resto de las que dispuso este año. Guardiola suele decir que el mejor de los títulos es el de Liga, la regularidad de un gran campeonato por encima de los fogonazos de la Champions. Cuando se produce el triplete se alcanza la excelencia, esa que en España solo ha conseguido el Barça. Decidida ayer la Liga en Sevilla con la enésima remontada del Madrid, el Barça deberá seguir esperando tiempos mejores.