El feo conchabeo Piqué-Rubiales
La cazada de El Confidencial a Rubiales y Piqué es antológica. Uno podrá opinar lo que sea del hecho en sí de que la Supercopa se dispute en Arabia (a mí me parece que este formato mejora la competición, lo he escrito a veces, y que no son los del fútbol los únicos tratos entre España y ese país), pero la gestación del asunto es profundamente bastarda. Corría lo de que Piqué había hecho de intermediario y hasta se miraba con indulgencia, como parte del retrato tan personal de esa polífacética figura que reúne las de jugador, empresario, presidenciable, propietario del Andorra, adolescente gamberrete amigo de Ibai Llanos… Pero es que esto…
La lectura cruda de esos contactos resulta aborrecible. La forma en que reparte dinero con Rubiales entre el Madrid, el Barça y la Federación y a los demás lo que sobre resulta sinceramente asquerosa. Como lo resultan las garantías que demanda a la Federación para cobrar directamente la comisión. Por no decir, de una vez, que el propio tono de conchabeo entre el presidente de la Federación y un futbolista en activo es impresentable. ¿Cómo se sienten los árbitros ante ese jugador, tan amiguete del jefe sumo? Ahí está, como telón de fondo, la extraña facilidad que tuvo para hacerse con la plaza del extinto Reus Deportivo para su Andorra.
En fin, es el mundo de los ‘torres’ y ‘luceños’, aprovechateguis que se mueven en zonas borrosas por las que corre el dinero fácil, siempre de la mano de un buen contacto, llámese Urdangarín, Medina o Rubiales, algo más que tontos útiles, porque se llevan su pellizco. Rubiales cobra en función de los ingresos de la Federación, así que algo le llegó a casa. Estas cosas pasan por todas partes, pero duele más en el fútbol porque el deporte nació para el desarrollo de las condiciones físicas y morales de la especie, no para estas cosas. ¡Ah! Y alguna vez le hemos oído decir a Piqué que en el palco del Madrid se hacen negocios. Sí, pero ya se ve que no sólo allí…