El torneo perfecto no existe
La semana europea nos ha vuelto a dejar partidos apasionantes, emociones propias de una montaña rusa y la enésima constatación de que el fútbol de eliminatorias es imbatible en términos de espectáculo, tensión e incógnita. Ahora que se cumple un año del anuncio de la Superliga -un serial que, desafortunadamente, promete nuevos episodios-, parece apropiado reflexionar sobre la imposibilidad de crear el torneo perfecto. O al menos, uno que consiga conjugar todas las demandas de los grandes clubes. Todo a la vez no se puede.
La gran revolución de la Copa de Europa a principios de los noventa, con la transformación en una Liga de Campeones que le cambió incluso el nombre, se dio por varios motivos. El más importante era garantizar varios partidos a sus participantes. Poder protegerse ante una mala tarde, un sorteo excesivamente caprichoso o una concatenación de desgracias. Introducir una liguilla garantizaba disponer, como mínimo, de tres partidos en casa, con lo que ello suponía en términos de taquilla y derechos de televisión. También daba una red de seguridad deportiva a los más fuertes: cuando eres mejor, caer en seis jornadas es menos probable que hacerlo a ida y vuelta. Con el tiempo hemos descubierto que esa tranquilidad de los gigantes conllevaba una penalización para el espectador: las liguillas generaban menos tensión, e incluso cuando se enfrentaban dos equipos de renombre no se alcanzaba el mismo atractivo que en una eliminatoria, ya que normalmente ambos acababan clasificándose. Esas primeras cesiones de la UEFA en los noventa fueron, a mi modo de ver, el origen de todos los conflictos actuales, porque convirtieron en miembros casi permanentes a clubes que antes no tenían tan clara su participación en la máxima competición continental. Les dio más riqueza y más poder, abriendo la puerta a la posibilidad de los chantajes.
La propia idea de la Superliga, más allá de las discusiones sobre su idoneidad y su ética deportiva, parte de una paradoja: necesita ser Liga para asegurar muchos partidos a sus miembros, pero al mismo tiempo necesitaría no serlo para que cada noche fuera tan especial como unos cuartos de final de la Champions.