Papá, ¿esto es verdad?
Mi hijo Xavi me esperó despierto la noche del descenso, en mayo de 2012, para preguntarme si era cierto lo que había pasado. Incrédulo ante el descenso más dramático e inesperado de la historia a Segunda División, no le entraba en la cabeza que aquello no se pudiera impugnar de alguna forma. El descalabro era tan grande y cruel que parecía más una mala pesadilla que una realidad. Una década después, el Villarreal afronta un reto que por aquel entonces parecía una utopía, algo que no regresaría jamás. Por ello, lo de esta noche en Múnich pueda que tenga mucho más mérito todavía, ya que la reacción y la recuperación amarilla tras aquel varapalo ha sido brillante.
El Villarreal empezó a crecer desde aquella fatídica noche, haciéndolo primero de la mano de Marcelino. Y ya con Emery, el Villarreal pasó de soñar a creer que podía ser más que un buen equipo con el techo de cristal. Ahora, afronta un reto mayúsculo, ya que desde el primer momento nadie daba un duro por el Villarreal ante el rodillo alemán. Los únicos que se han creído que podían hacer una machada de ese nivel son ellos: jugadores y técnicos. No sé que pasará, pero el Villarreal afronta el partido de su historia, por nivel, rival y repercusión. Si se da el milagro, será sin duda la gran noche de los amarillos. Una noche en la que mi hijo me volverá a esperar para preguntar otra vez eso de: ¿Papá, esto es de verdad?