Maradoniana

Baz Luhrmann, director de películas como Moulin Rouge o El gran Gatsby, estrenará en unos meses un nuevo proyecto muy atractivo: un biopic sobre Elvis Presley. El otro día vi el tráiler que ya circula en redes y de golpe me di cuenta: Diego Armando Maradona fue el Elvis del fútbol. Todo coincide: el origen humilde, su talento temprano, el carácter rebelde, las mujeres y el estrellato, el carisma, las drogas, los kilos, la decadencia… Un carrusel que Elvis comprimió en 42 años y a Diego le dio para llegar a los 60, y que a ambos les convirtió en leyenda, mito, religión.

Cómo se consigue ese billete a la posteridad? Quizá la respuesta está en un verso que W.H. Auden escribió en la elegía por la muerte de otro poeta, Yeats: “Se ha convertido en sus admiradores”. De hecho, ya en vida la esencia de Maradona —su fútbol— transmigró a sus admiradores, pero fue su último suspiro lo que le hizo inmortal. Su desaparición física activó de inmediato los homenajes más sentidos, sobre todo en Argentina y en Nápoles, pero ahora, con el tiempo, salen nuevas muestras de esa fascinación. Ahí está en Netflix la preciosa película con aires de confesión de Paolo Sorrentino, Fue la mano de Dios, y en Amazon la serie Maradona: sueño bendito, reconstrucción biográfica muy verosímil.

Las librerías también están surtidas. En Maradona: el pibe, el rebelde, el Dios, Guillem Balagué traza la biografía del ídolo con su habitual precisión para el detalle y el contexto histórico. Como contrapunto íntimo, la lectura de Mi Diego, de Alejandro Duchini, cuyo subtítulo ya lo dice todo: “Crónica sentimental de una gambeta que desafió al mundo”. En Italia no se quedan atrás y un amigo que vuelve de Nápoles me trae una pequeña joya: Il Vangelo secondo DiegoI. Diez escritores cuentan su pasión por el Gran 10, entre ellos tres teólogos y un párroco que convierte en oración una de las canciones que le dedicaban los tifosi napolitanos: “Maradona, haznos soñar, haz desembarcar el scudetto en esta tierra…”. Una religión, sí.