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"Bale. Vete. Ya. In that order"

Esta es la historia de un grandísimo jugador de fútbol encerrado en el cuerpo de un jugador de golf y que siente un amor incondicional por Gales. El problema es que sus exigencias profesionales le han tenido durante todos estos años en la nómina del Real Madrid, el mejor club de la historia de este deporte. Eso jamás le preocupó a Gareth. Hizo un primer curso primoroso en el Bernabéu (goles decisivos en las finales de Mestalla y Lisboa) y dejó su último legado de blanco en Kiev, en 2018, con una chilena para la historia. No busquen mucho más, porque no lo encontrarán. Desde aquella final ante el Liverpool ha estado entrenándose en Valdebebas para luego jugar con un compromiso ilimitado con su amada Gales.

Anoche se encumbró de nuevo, como una especie de Braveheart del país del Dragón con una actuación formidable. Para un madridista sería un orgullo si no fuese porque hace cuatro días dejó tirado al equipo aludiendo unas falsas molestias de espalda para borrarse de forma miserable del Clásico ante el Barça. Su equipo, el que le va a pagar esta temporada 16 millones de euros netos, le necesitaba en un momento decisivo de la temporada y más ante la ausencia de Benzema, pero Gareth tenía muy claras sus prioridades. Ya lo dijo en su día con la famosa bandera: "Gales. Golf. Madrid. In that order".

El club no atajó esto en su día y ya en aquel momento debió llamarle al orden. Lejos de eso, Jonathan Barnett, agente del jugador, se ha dedicado a menospreciar e insultar a la afición del Real Madrid sin que desde la entidad se le obligase a pedir perdón públicamente a los inquilinos sagrados del Bernabéu. Bale se ha sentido con una impunidad que le ha permitido reírse del Madrid y de los madridistas en estos últimos tres años. Mi pancarta ya está escrita: "Bale. Vete. Ya. In that order".