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El fútbol no suele funcionar así. Los futbolistas bajan su rendimiento, pierden ritmo y deseo cuando rondan la barrera de los 35 años, no lo aumentan. Los futbolistas acumulan lesiones y están peor físicamente cuando rondan la barrera de los 35 años, no mejor. Pero la normalidad no es un atributo que destaque en Modric o Benzema, con 36 y 34 años respectivamente.

Cuenta Modric en su biografía que en el vestuario del Real Madrid le apodaron 'vinagre' por su mal carácter cuando pierde en un entrenamiento. Cabría pensar que le apodaron vinagre porque se conserva en él por las noches como un encurtido, buscando no oxidarse y preservar sus propiedades. Con 21 años fue rechazado por Arsène Wenger. Con 36 años corrió medio campo para robarle el balón a Messi, rubricar la remontada anímica del Real Madrid y correr nuevamente desde casi su área hasta la del PSG, perseguido por un número incontable de camisetas azules, antes de lanzar un pase preciso que terminó en gol. Visto desde el tercer o cuarto anfiteatro del estadio podría parecer un chaval de la Generación Z, un secundario de 'Élite' o 'Euphoria' que miente sobre su edad en una aplicación de citas para parecer mayor.

Modric y Benzema, ante el PSG.
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Modric y Benzema, ante el PSG.

Luego está lo de Benzema que acumula 30 goles (y 12 asistencias) en 33 partidos esta temporada. Convertirse en líder tras 13 años en el club, sobreviviendo a nueve entrenadores, bajo la espesa sombra de Cristiano Ronaldo muchas temporadas, remite de nuevo a la primera frase de esta columna. En Karim, como en Luka, influyen la dieta, concienzudos planes de entrenamiento, pero sobre todo sus talentos refractarios y su perseverancia, cualidad a la que no estamos demasiado acostumbrados en estos tiempos de prisas. Ambos se han cansado de demostrar que en el fútbol moderno no hace falta mirar el DNI, sino el rendimiento. La forma en la que ganó el Real Madrid el pasado miércoles fue apenas creíble, como lo es la forma física de ambos. Con su edad sí que está justificado el negacionismo.