El Madrid sigue recto por su carril

Todos los Madrid-Barça dicen algo sobre el estado de los dos equipos. La semifinal de Riad no fue una excepción, pero con una cierta desproporción. Disputado en las particulares condiciones de esta temporada, el partido dijo más del Barça (muy mejorado con respecto a su desempeño en el comienzo de temporada) que del Madrid, cuya estabilidad volvió a confirmarse. Camina recto, a su manera, sin sobresaltos, con una alineación que se repite casi invariablemente y un funcionamiento que no deslumbra, pero de una acreditada eficacia, al menos en la órbita nacional.

El Madrid no se salió un centímetro de su versión actual. Prefiere contragolpear que atacar, se agrupa en su campo, especula con los errores del rival y confía en cuatro o cinco actores de primerísima categoría, de los que no dispone el Barça en estos momentos. Volvió a certificarse el magisterio de Modric, la autoridad de Kroos, el incontestable impacto de Vinicius y la abismal distancia que Benzema marca con respecto a todos los delanteros del fútbol español y el 99% del panorama internacional.

Ancelotti ha comentado en alguna ocasión que la declarada vertiente defensiva del Real Madrid se debe al perfil de sus mejores futbolistas. Modric, Kroos y Benzema hace tiempo que han entrado en la treintena. El técnico considera que es obligatorio preservarlos. Tiene toda la razón del mundo. El Madrid es una cosa cuando los tres, más Casemiro, que el próximo mes cumplirá 30 años, y Vinicius, la formidable excepción juvenil en el veterano gobierno del equipo.

Basta que falte uno de ellos para que al Madrid le suenen las bielas. Ancelotti retiró a Modric, autor de un partidazo, y la estructura se resintió. Llegaron los mejores momentos del Barça en un partido más entretenido que bueno, con muchos errores en jugadores que se distinguen por su precisión. Busquets, por ejemplo, ofreció una de las peores actuaciones que se le recuerdan.

Luka Modric se marcha ante la mirada impotente de Frankie De Jong.

Una mala tarde de un futbolista esencial en el Barça, aunque empiezan a silbarle los oídos. Busquets fue elegido mejor jugador de la Nations League, elevó sustancialmente el rendimiento de la selección en la Eurocopa y ha funcionado de maravilla en los dos últimos meses. Por desgracia, comienza a instalarse un mantra crítico en los medios de comunicación. Por lo visto, la gente se cansa de la excelencia, la que no alcanzan jamás Frenkie de Jong y Memphis, desastrosos en Riad. La fascinación del Barça por el fútbol holandés no se corresponde casi nunca con el rendimiento que le han ofrecido los jugadores procedentes de aquella escuela, caso de Reiziger, Bogarde, los hermanos De Boer, Overmars, Litmanen, Van Bommel, Dest, Frenkie de Jong y Memphis. Ni Kluivert llegó a cautivar.

Ancelotti ha elegido un modelo alejado de la tendencia actual, agresiva y presionante, con un gran derroche físico. El Barça conoce esta rutina porque de alguna manera la inventó o la perfeccionó como ningún otro equipo en sus días de vino y rosas. Lo intentó contra el Madrid y le funcionó a medias. No está ajustado aún. De la misma manera que el Madrid depende de sus magníficos veteranos, es evidente que el destino de este Barça está en manos de sus jóvenes. Son dos equipos que se encuentran en las antípodas del ciclo futbolístico.

Mientras todos los jugadores del Madrid conocen todos los trucos del Clásico, varios chicos del Barça –Gavi, Nico, Abde, Jutglá- lo disputaron por primera vez. A otros como Pedri y Ansu tampoco les sobran batallas en un partido tan especial. Ferran, que conoció esta experiencia en sus días valencianistas, debutó en el Barça y pasó inadvertido.

Por cauteloso que sea Ancelotti en la disposición de su equipo, el Madrid difícilmente se distinguirá por su hermetismo defensivo. No es un muro. Cometió errores y permitió al Barça sentirse dentro del partido desde el primero hasta el último minuto, pero siempre con la acción de oro que significa disponer de Benzema y Vinicius en la delantera