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En medio de la Copa África, de la Liga y de la COVID aparece la Supercopa de España en Arabia. Un fútbol al que cuando termine este evento, yo tendré difícil de asistir a sus estadios, simplemente por el hecho de ser mujer. Como tampoco seré bienvenida al Mundial de Qatar por ser homosexual. Quien lea esto en 2100 pensará que se trata de una columna de 1815 pero estamos en 2022 y hay algunas cosas que no cambian.

Eso ya lo sabemos todos, pero lo realmente importante es que siga el espectáculo y que los interesados ganen mucho dinero.

Rubiales la llamó "la Supercopa de la igualdad", una oportunidad de cambiar las cosas en el país saudí. Tal vez su intención era esa pero casi tres años después, se siguen produciendo graves violaciones de derechos humanos que afectan sobre todo a las mujeres y las personas LGTBI.

Aunque se hayan producido algunos avances, como la posibilidad de conducir para las mujeres o la creación de una Liga femenina de fútbol, la Ley Sharia castiga duramente a las mujeres, quienes siguen padeciendo una discriminación social y legal mortal, mientras a los homosexuales se les castiga con penas de cárcel o con desapariciones. Todo eso acompañado de ejecuciones, lapidaciones y flagelaciones en público. Eso sí, menos a los que mandan: los hombres blancos, heterosexuales siguen viviendo muy bien.

Los pequeños avances que se anuncian desde dentro y se quieren creer desde fuera responden más a una campaña de lavado de imagen que a una voluntad honesta por parte del príncipe Mohammed Bin Salman de modernizar su reinado y hacer una sociedad más libre y justa para todas.

Y menos mal que estoy escribiendo esta columna para AS desde USA, porque si no, seguramente no me atrevería a hacerlo por miedo a las consecuencias, como les ha pasado a Loujain al-Hathloul o Nassima al-Sada, quienes por luchar por sus derechos han sido condenadas a largas penas de prisión.

A pesar de la gravedad de los hechos, aquí nos llama más la atención que el Barca sin un duro pueda fichar a Ferran Torres o que el Athletic llegue a otra final. ¿Valen la pena unos cuantos millones de euros a cambio del desprestigio por colaborar en un lavado de imagen de un país donde muchos pagan muy caro por su libertad?

Ni esta pandemia, ni la violación de los derechos humanos cambian nada. Todo sigue igual. Por eso, a ver si hoy Senegal gana a Guinea y acaba con el empate a puntos para ser líderes del Grupo B.