El Dakar se desorienta
La primera vez que la caravana del Dakar desembarcó en Arabia Saudí, en 2020, ganó Carlos Sainz. El recorrido de la recién estrenada sede recibió entonces muchas críticas, porque las etapas eran muy rápidas, sin apenas navegación. El cambio de ubicación no había dejado mucho tiempo para confeccionar el trazado. Y en esos terrenos, el español resucita siempre su apodo de Matador. Al año siguiente, en 2021, el panorama varió radicalmente, y la carrera lo notó, con continuos extravíos de sus participantes. Uno de los principales afectados fue Sainz, que viralizó aquella imagen dando vueltas sobre el mismo eje con su copiloto Lucas Cruz. El madrileño se quejó amargamente entonces: “No puede ser que todos los días esté todo el mundo perdiéndose”. Y ha vuelto a hacerlo ahora, ya en 2022, con idénticos argumentos, tras ceder más de dos horas en la primera etapa: “Si tanta gente se ha equivocado, debe haber algo mal… No somos todos idiotas”. Sainz cayó este domingo en la misma trampa que cazó a buena parte de los vehículos en el penúltimo punto de paso. Fue una escabechina.
Lógicamente, cada piloto se manifiesta según le ha ido en la película. Seguro que Nasser Al-Attiyah, que ha dejado la carrera prácticamente sentenciada con su aplastante victoria, y Sebastian Loeb, el único que aguantó el chaparrón, a 12 minutos, son de una opinión totalmente diferente a la de su rival. El Dakar combina la velocidad con la navegación y la mecánica, y quien maneja con más pericia los tres ingredientes, reúne más papeletas para alcanzar el éxito. Aquí gana el más completo y el más regular. Aun así, Sainz es un veterano en el prestigioso raid, una voz cualificada, y la organización debería tomar nota de sus críticas, al menos cuando se pregunta si realmente merece la pena quedarse sin competición, con casi todo el pescado ya vendido, después de solo dos días en liza.