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Carolina se pierde su Mundial

Carolina Marín arrancó muy fuerte la temporada. Dominó en la burbuja inaugural de Tailandia, ganó cuatro sobre cinco títulos posibles, sumó su quinta corona europea consecutiva... En definitiva, se reencontró con la campeona que lleva dentro, esa que había sumado tres oros mundiales y uno olímpico en un deporte preponderantemente asiático, después de dos cursos aciagos, también tristes, muy tristes, en los que tuvo que superar una gravísima lesión en 2019 y la muerte de su padre, Gonzalo, en 2020, justo en los mismos meses que la pandemia azotaba el ánimo de la humanidad entera. La ilusionante campaña de 2021, que tan fuerte empezó, era una buena ocasión para resarcirse. En la diana oteaba dos retos supremos. Por un lado, los aplazados Juegos Olímpicos de Tokio, donde defendía los laureles de Río. Por otro, los Mundiales de Huelva, su casa. Si un deporte como el bádminton ha aterrizado en España es precisamente porque existe Carolina como icono global. Ya había ganado aquí un Europeo, pero un Mundial es otra cosa. Una oportunidad única.

El año empezó bien, sí, y el horizonte asomaba apasionante, pero el destino todavía le guardaba otra fastidiosa treta, otra inoportuna y grave lesión de rodilla, el ligamento cruzado y los dos meniscos, en plena preparación olímpica, que dejó a Carolina sin Juegos, y le va a dejar también sin sus Mundiales. Ha apurado su recuperación hasta el final, ha exprimido hasta su última posibilidad, lo ha intentado, pero es demasiado pronto para regresar a la máxima competición. La salud no se puede arriesgar. Carolina estará en Huelva, pero como embajadora. Y lo hará con la cabeza alta, orgullosa del evento, porque la acogida de este campeonato en su ciudad es obra suya. Los desafíos de 2021 se han quedado en la cuneta. Y ya no retornarán, eso duele. Pero habrá otros. Carolina volverá.