Un empate que es una decepción
El Real Zaragoza fue a Lezama a no perder y no arriesgó lo más mínimo para intentar ganar a un Amorebieta que jugó casi media hora con un jugador menos. Quizá Juan Ignacio Martínez regrese a casa medio contento con el punto, pero el empate tiene sabor a decepción. Ni aun contra diez dio un paso adelante el equipo aragonés, que no disparó ni una sola vez a portería en la segunda parte.
En una tarde desapacible, fría y pasada por agua, el Zaragoza hizo lo más difícil, adelantarse en el marcador al aprovechar Álvaro Giménez una vaselina de Vada sobre el portero que se estrelló en el poste. Pero su ventaja le duró apenas seis minutos por un desgraciado autogol de Jair, tras una falta que se inventó el árbitro de Borja Sáinz. El Amorebieta se le echó entonces encima, con su fútbol enérgico, rápido y directo, y ya todo se complicó para un Zaragoza contemplativo y conformista, al que sólo le preocupaba no perder.
La segunda parte fue de una vulgaridad absoluta. El equipo aragonés, al que sostuvo una vez más Francés, no acertó a sacudirse el peligro frente a un rival que saca ocasiones sin juego y no tuvo ninguna capacidad de respuesta, salvo el fútbol de pelotazo, pese a disponer de media hora de superioridad numérica. Los cambios llegaron tarde y mal.