Invencible Sandra
Sandra Sánchez tenía una fecha marcada en el calendario de 2021: el 5 de agosto. Aquel jueves veraniego, Sandra disputó la final olímpica de katas frente a su rival de siempre, Kiyou Shimizu. En el origen de sus duelos, la nipona lograba imponerse a la española. Pero todo cambió en los Mundiales de Madrid 2018, cuando Sandra dio la vuelta a la historia para alzarse campeona. El siguiente gran combate entre ambas asomaba en los Juegos, en Japón, la cuna del karate, el país de Shimizu. En todos los deportes que se deciden por puntuación es difícil triunfar en casa enemiga. Ella lo logró. La talaverana dominó en Tokio y se trajo a España un oro con un enorme significado, porque el paso del kárate por el olimpismo ha sido efímero, ya ha salido del programa para París 2024. No había más oportunidades para una luchadora que, además, luce ya 40 años. Estupendos, eso sí. La meta máxima, el sueño de una vida, colgó de su cuello. Pero no se quedó ahí. Tan sólo descansó una semana y se puso otra vez en marcha. 2021 también era año de Campeonato del Mundo. Otro desafío a la vista.
Sandra revalidó ayer su oro mundial. No lo hizo ante Shimizu, relegada por Japón tras chocar varias veces con el muro de Talavera, sino ante Ono Hikaru. Con idéntico destino. Y cumplió dos objetivos. Uno, emocional. Un club de Dubái apostó por ella cuando ni siquiera lo hacía la Federación. Es su segunda casa. Y otro, competitivo, un reto reservado a grandes campeonas: completar las cinco coronas que ha disputado en 2021. Europeo, Nacional, Premier League, Juegos Olímpicos y el broche Mundial. Una gesta irrepetible, al menos mientras el kárate siga fuera del programa. Y también porque todos los campeonatos se concentraron el mismo año por aplazamientos derivados de la pandemia. A Sandra no le bastaba con el oro olímpico. Quería más. Insaciable. Invencible.