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Los segundos violinistas del Titanic

Llegó Xavi, llegó la ilusión. Porque el club necesita creer en algo. Y Laporta, que bien lo sabe, se disfrazó de telepredicador. Solo le faltó decir delante de un Camp Nou abarrotado, vestido de domingo, que había visto con sus propios ojos a Xavi curar a Dembélé de sus problemas musculares mediante imposición de manos gracias a una técnica secreta que el espíritu de Guardiola le reveló durante un sueño en Doha, mientras uno del público gritaba "¡Aleluya!" y otro empezaba a convulsionar al sentir la llamada del estilo.

El Barça se aferra al ídolo, y no es para menos. Oigo a muchos aficionados culés teorizar estos días sobre El Modelo™, el cruyffismo, las raíces milenarias del 4-3-3 o los valores de La Masia. Tampoco es que Valverde, Setién o Koeman fueran precisamente apóstatas. Creo que se yerra el tiro en este análisis. Jamás se trató de una renuncia de estilo. El éxito del mejor Barça se cimentó en jugadores que supieron ser la argamasa que permitía unir a canteranos talentosos con los jugadores más decisivos del momento. Hablo de los segundos violinistas: de los Alves, Márquez, Touré, Henry, Villa, Keita, Giuly, Adriano o Mascherano. Nunca tuvieron el pedigrí ni la consideración de los jugadores de La Masia ni el de las superestrellas de la plantilla. Muchos estaban de paso, pero sabían qué hacer en todo momento y no exigían el foco sobre ellos. Eran futbolistas experimentados, polivalentes, contrastados. Se supieron adaptar al rol que demandaba el entrenador, aunque eso implicara una rebaja de minutos o una degradación respecto al rango ostentado en anteriores equipos o en sus selecciones. Pero todo eso se fue perdiendo. De un tiempo a esta parte, ese tipo de jugador no ha podido o no ha sabido funcionar (Lenglet, André Gomes, Turan, Umtiti o incluso Griezmann) y el equipo se ha ido desangrando por ese costado, sin que nadie reparara en ello, con la esperanza de que Messi pudiera cauterizar la herida. No creo que sea casualidad que Xavi valore ahora una posible vuelta de Dani Alves.

El Barça es como el detective de 'Laura', que se va enamorando del retrato de una mujer muerta. Aunque la sabe inalcanzable, o precisamente por ello, no puede evitar idealizarla. Así es este Barça con el retrato de Guardiola y Cruyff encima de la chimenea. Como no encuentra la manera de afrontar sus problemas actuales, prefiere refugiarse en lo imposible.

Decía Enric González que “el presente es tan poderoso en Nueva York que el pasado se ha perdido”. Con el Barça sucede justo al contrario: el pasado es tan poderoso que el presente se ha perdido.