El Madrid gana pero no convence
El Rayo es un buen equipo, ideal para el espectador porque juega y deja jugar, como se decía antes. Ideal para el Madrid justamente por eso, porque no se encierra, porque su modo de juego posibilita esas salidas rápidas que, Vinicius mediante, llevan tanto peligro. Así llegaron los dos goles blancos en el primer tiempo, con el añadido optimista del buen desempeño de Asensio ayer a cargo de la banda derecha, ese puesto en rifa. Compró papeletas para quedarse ahí de estable, porque despertó de su abulia, jugó con claridad y rapidez, apoyó, se vio con sus compañeros, hizo lo oportuno cada vez. No desmereció junto a Vinicius y Benzema.
Así que el Madrid se fue al descanso 2-0 y regresó hambriento del tercero, que rozó varias veces. Hubo una jugada individual de Vinicius de las que se ven cada mucho que no acabó en gol pero queda en la memoria. Hubo unos minutos en los que el Madrid disfrutó e hizo disfrutar, porque sus llegadas producían belleza y peligro. En plena fiesta Iraola hizo comparecer a Falcao, al que había reservado por una molestia. No llevaba mucho sobre el campo cuando cazó el 2-1, en un cabezazo con rebote en Alaba. No mucho más tarde se tiró al suelo y se tuvo que retirar, por la misma molestia. En sólo diez minutos había cambiado la dinámica del partido.
Porque el Madrid cayó en inseguridad y el Rayo se le echó encima. El problema del Madrid es que en las malas no controla el juego, no agarra el medio campo. Culpa de nadie en especial, sino un poco de todos. Así que el tramo final fue una presión creciente del Rayo ante un Bernabéu que de nuevo pitó a los suyos. Esa inseguridad final emborronó la buena primera hora del Madrid, que en ese tramo acumuló méritos para ganar, pero bastó ese gol de Falcao para que la confianza se desmoronara y el empate flotara sobre el campo. Como ante el Shakhtar, el Madrid se quedó con los puntos, pero también con cierta sensación de inquietud.