Una noche fría y lluviosa en Stoke

Me gusta ir a recoger a mis hijos pequeños al entrenamiento. Como yo cuando era crío, se les hacen largos varios ejercicios, algo mecánicos, la gozan con los tiros a puerta y esperan con ilusión el partidillo final. Con pachanga o sin ella, lo mejor empieza después, cuando el entreno termina, en ese momento fugaz antes de que lleguen los mayores al campo para su sesión. En ese ratito de descontrol se suceden las carreras, los chutes, los centros apresurados y los regates locos, junto a los que tienen su propio partido contra el peto que no quiere salir. Pero también los hay que escapan para casa pitando, los que se pelean y los que se ponen a cambiar las cartas de pokémon. Ahí, en la orilla del fútbol, es cuando los peques más se parecen a ellos mismos.

Pensaba todo eso desde el otro lado de la valla del campo justo estos días, cuando el destino, o el odioso calendario FIFA ha querido que coincida la Champions League con jornadas entre semana de Segunda División. El fútbol se parece más a sí mismo en una noche de martes en Butarque, durante un Leganés-Cartagena que en un partidazo europeo. Lo dijo Andy Gray, internacional escocés y comentarista, que nos dejó su legado mientras veía de lejos la rivalidad entre Messi y Cristiano: "Yes, but can they do it on a cold rainy night in Stoke?". Y la frase, aplicada a los astros del fútbol, vale también para los hinchas: ¿Podrían hacerlo en una fría y lluviosa noche, de pongamos un martes, en Leganés? Mientras se televisan partidazos en Anfield, el Camp Nou, San Siro o el Bernabéu, teníamos la opción de conocernos mejor a nosotros mismos ante los oráculos de Leganés, Miranda de Ebro, Alcorcón y Ponferrada, donde aficionados al fútbol desafiaban al fresco y a la lluvia, bocata en ristre, admirables, estoicos, orgullosos ante la pregunta: ¿Quién puede querer ver este partido mientras se juega la Copa de Europa? Admirándoles, me siento como esos chavales, liberado. Cuando nadie me mira, me sale el futbolero auténtico que al descanso tararea El equipo A de la megafonía del campo del Lega mientras el Barça (por favor, no más metáforas con El partido de la Muerte) se juega la vida en Kiev.