Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

Un partido para Sigmund Freud

Seguimos resistiendo. Llega el Espanyol-Real Madrid y mi mirada vuelve a los domingos de gorrillas blancas en los fondos repletos de Sarrià, un recuerdo vívido, una impresión única de sentirte invadido subrepticiamente en tu propio estadio una vez al año. Casa tomada; Partido del club, que se decía antaño, cuando hasta los socios tenían que pasar por caja como si su aliento no bastase.

Para el Espanyol es un encuentro complejo, revirado, no solo deportivamente, y más desde que las abismales diferencias económicas entre clubes desvirtuaron la competencia; sino psicológicamente, lleno de recovecos para el hincha: ya no quedan gorrillas como las que inmortalizó Juanito toreando un título de Liga, pero el espanyolista aún le da muchas vueltas, y se reparten carnés de fidelidad.

Hazard, zafándose en Cornellà en 2020.
Ampliar
Hazard, zafándose en Cornellà en 2020.

Xavier Fina, mi filósofo perico de cabecera, blanquiazul sin segundo equipo, lo vive como "el peor partido del año". Un día incómodo, y lo entiendo. Para otros es el partido más tranquilo de la Liga. Y también es normal. Muchos pericos tienen simpatía por el Madrid, real o impostada por un enemigo común. Tantos, ojo, como antimadridistas, un sentimiento creciente por los campos de España ante el imperialismo de las grandes potencias del fútbol al que no ha sido ajeno la afición perica, pese al tópico de filial blanco retumbando en alguna caverna.

Mienten a sabiendas quienes dicen que los blanquiazules no se esfuerzan contra el Real Madrid (23% de victorias en su enfrentamientos; 21% contra el Barça), rival mayúsculo, partido histórico, clásico liguero por 86ª vez. Ganar al Real Madrid, ganar al más grande, es siempre el reto deportivo supremo. Ganar al Barça es otra cosa: una cuestión de identidad, un pulso emocional que afecta a la manera de vivir de los pericos, que tiene que ver con el sentimiento y lo irracional. Para el Espanyol, jugar contra el Barça supone enfrentarse a sí mismo. Jugar con el Real Madrid, sin embargo, es salir ahí fuera y desafiar al mundo, medir el estado objetivo de una entidad deportiva que vuelve de las sombras y quiere honrar a su historia. Razón y sentimiento, seny y rauxa. Espanyol-Real Madrid, un partido freudiano.