El Atlético enterró el disgusto de Orriols

El de ayer en el Metropolitano fue un partido para recordar. Una compensación que merecía el Atlético después del disgusto de Orriols, cuando se le fueron dos puntos por un penalti descabellado que espulgó de las imágenes y del demente protocolo un sexador de pollos que estaba por ahí echando la tarde. Ni el árbitro ni los jugadores del Levante ni el público habían visto tal cosa, pero el hombre debió de pensar que tenía que demostrarle a su señora que de verdad estaba trabajando, no por ahí de farra, y le chafó al Atlético la victoria. A eso se sumó el habitual riego de tarjetas, que sirvió para que Simeone tuviera que recluirse ayer en un palco.

Y desde ahí hubiera disfrutado de su equipo de no ser porque se mete tanto en los partidos que es incapaz de ello. Pero el resto de los asistentes, hasta 56.000 en un día de perros, sí disfrutó, como lo haría el espectador no bético ante la tele. Un gran Atlético, con buenos jugadores arriba y un a mi juicio mejor sistema, 5-4-1, que da más vidilla a los carrileros. Carrasco estuvo excelso. Pero todo el Atlético jugó bien desde la seria manija de Rodrigo de Paul, jugador de jerarquía. Y esta vez no fue 1-0 y a esperar. Esta vez fue 1-0 y seguir al ataque, con belleza y variedad de juego ofensivo, abundante remate y cantidad de futbolistas sutiles arriba.

Fuera escucharía los clamores la recién estrenada estatua de Luis, que llegó al Atlético precisamente procedente del Betis, equipo que le lanzó. Y al final escucharía los comentarios felices de la hinchada del campeón, porque no hay nada que deje mejor el ánimo que ver un buen partido de tu equipo, en este caso con el añadido del día británico, tan futbolero, que vivimos en Madrid y en casi toda España. El Atlético parece estar entrando en un nuevo tiempo, con un juego de ataque acorde con la calidad de los jugadores que ha ido reclutando estos años. Y en esta ocasión, además, dejando la portería a cero. Ahora toca ratificarlo en Liverpool.