Lo que tapaban los goles de Messi

No es temerario aventurar que si Memphis llega a transformar el penalti, y dado el inmediato empate del Madrid, Koeman seguiría en el cargo. Pero lo falló y la derrota llevó a su despido, que imagino que habrá tomado como un alivio. Ahora podrá jugar cinco días a la semana al golf, como anunció, y su mujer no sufrirá más sofocos como el del otro día a la salida del Camp Nou. La suya en el Barça ha sido una historia triste y atormentada, una torturante navegación en medio de una tormenta constante con dimisión del presidente, junta gestora, presidente que le despreció, salida de Messi y un continuo azote de lesiones. Daba lástima contemplarle.
Laporta nunca quiso a Koeman, no se recató en decirlo desde su llegada. Y lo que le faltaba a esa banda que quemó a Valverde y a Setién era tener un jefe públicamente despreciado por el presidente. Por cierto, tampoco quería a Xavi, porque no le hace tilín y porque era la baza electoral de Víctor Font, quería a Pirlo, pero todo el mundo le decía que eso era una extravagancia, así que ahora está a los pies de Xavi, que no quiere irse de Qatar quedando mal. Así que parece seguro que tanto el partido del sábado en el Camp Nou contra el Alavés como el peligroso encuentro en Kiev ante el Dinamo se los comerá Sergi Barjuan, hasta ayer entrenador del filial.
Todo el que está cerca del Barça sabe que el equipo entrena poco. Tienen ya mucha vida fuera del fútbol, y el ejemplo extremo es Piqué, ese personaje poliédrico que igual posa de adolescente revoltoso que de figura institucional, que acumula actividades de éxito fuera del campo con papelones dentro de él. Si Xavi viene ahora a hacerse cargo de esto será en un ejercicio de patriotismo culé de harto riesgo. Guardiola ya se fue en su día (“porque acabaremos haciéndonos daño”) cuando detectó los primeros síntomas de la enfermedad que ya entonces empezaba a corroer al Barça por dentro. Lo tapaba Messi con sus goles, pero se marchó y todo se vino abajo.