Morir en moto a los 14 o 15 años
Siempre que llega una noticia así se te encoge el alma. No es fácil asimilar que un niño de 14 o 15 años pierda la vida sobre una moto que puede rebasar los 200 km/h, por mucho que la tragedia se repita con cierta frecuencia. Con que sólo ocurriera una vez, ya sería demasiado. Pero, por desgracia, no son casos aislados. Dean Berta Viñales falleció este sábado en Jerez por los golpes generados por un accidente múltiple, justo dos meses después de la muerte de Hugo Millán en Motorland. Ambos habían nacido en 2006. Ambos habían tenido su primera moto a los dos años. Ambos soñaban con ser grandes campeones, igual que soñaba Andreas Pérez hasta que murió el 11 de junio de 2018 tras una caída en Montmeló. Tenía 14 años. Igual que los ha empezado a cumplir Pedro Acosta, no mucho mayor que ellos, nacido en 2004, asiduo vencedor de carreras y líder del Mundial de Moto3. Un chaval. Hay una realidad inamovible, no podemos engañarnos: si los pilotos de motos no comienzan jóvenes, de niños, es imposible que surjan campeones. Imposible.
A pesar de ello, resulta difícil digerir que alguien pueda competir en un deporte de tanto riesgo siendo un adolescente. Todos los deportes de motor lo son: este sábado negro también fallecieron Jaime Gil y Diego Calvo en el Rally Villa de Llanes. Profundamente triste. Pero ellos eran treintañeros. Adultos. La primera tentación, en el caso de los niños, es señalar a los padres. Pero ya viven bastante drama para abrir ese debate. Nadie sufre más que ellos. Ningún padre quiere el mal para su hijo. El reglamento lo permite. Y hay que admitir que la seguridad ha ganado mucho en el motociclismo. De hecho, los accidentes mortales suelen ser atropellos de otros pilotos cuando están en el suelo. Como le ocurrió a Marco Simoncelli. La solución es complicada, pero nadie debería morir a esa edad.