Asier Martínez, el gigante silencioso

Si alguna vez han visto un 110 vallas de nivel mundial en un estadio sabrán el estruendo que produce la carrera desde el disparo hasta los cuadros. Portentosos atletas al galope percutiendo con los clavos en el tartán y golpeando vallas con potencia inusitada. Ruido de velocidad. Asier Martínez Echarte (Zizur Mayor, Pamplona, 22/04/2000) es la antítesis. Es el coche eléctrico en un gran premio de F-1. Talento puro para deslizarse sobre las vallas sin ni siquiera tocarlas. Silencio. Las salidas son su punto a mejorar, pero una vez que pone en marcha su corpachón de 190 centímetros y casi 80 kilos es un tren de alta velocidad que va cogiendo velocidad supersónica y progresa de forma sideral volando sobre los obstáculos. Martilleo de reloj suizo. Desempeño escénico cercano a una coreografía perfecta que podría repetir una y otra vez con los ojos cerrados.

Asier es un gigante en la pista, pero también fuera. Igual de silencioso. Como su progresión que ha ido ido creciendo a velocidad frenética en este deporte. Sin alejarse de su gente y siguiendo los consejos de François Beoringyan, exatleta africano nacido en el Chad, al que conoció en la escuela del Pamplona Atlético y entrena al fenómeno navarro dentro del SwanTeam, pese a que no vive del atletismo. "Mi objetivo en Tokio es quedarme satisfecho con mi actuación", decía Asier a AS tras quedar segundo en el Nacional de Getafe por detrás de su gran ídolo, Orlando Ortega.

Permítanme una anécdota personal. En un avión Katowice-Madrid le pedí un autógrafo para mi hijo, fan del vallista. Asier no solo accedió, sino que le grabó un vídeo personalizado dirigiéndose a él por su nombre. Horas después, un niño de 7 años tenía un recuerdo imborrable para siempre al ver en una pantalla como su ídolo le hablaba directamente y le daba las gracias por apoyarle. Ese también es Asier. Un tipo normal que estudia ciencias políticas en la universidad de Bilbao, educado, amable y accesible. Y un gigante del deporte que con 21 años ya tiene 13.22 y un diploma olímpico tras acabar sexto en Tokio.